sábado, 8 de diciembre de 2018

ENTREVISTA A MALENA SAITO

“No existe lo real, existen relatos de lo real”


Voy desempolvando de mi memoria las veces que vi a Malena. Me doy cuenta de que primero supe de ella por su escritura; tengo el registro de que la admiro desde antes de conocerla en persona. Me acuerdo de que nos cruzamos en febrero último, en el armado del proyecto de Relato Situado, y aproveché para comprarle su libro Amiga. Después, de casualidad, en la fila del baño de un bar, en una de las heladas noches de la lucha por la legalización del aborto. De pronto, recuerdo algo que tenía olvidadísimo: hace varios años, intenté que su editorial me publicara un libro y ella, cordial y distante, me lo rebotó por chat. No creo que se acuerde. Ahora pienso que esa negativa a mi libro puede haber causado la idea que me hice sobre ella: de una persona misteriosa y lejana. Lo cierto es que, cuando te acercás, es muy amigable y muy poco estratégica para relacionarse: sincera, cero poses. Cuando le propongo la entrevista, me alivia no toparme con un gran ego; sin vueltas y con buena onda, acepta.

Malena es muy joven: tiene veinticuatro años. Es escritora, editora y actualmente tiene su propia librería, Luz Artificial, junto a su socia y amiga Micaela Szyniak. Cuando nos encontramos, me olvido de sacarle una foto, así que después le pido una. Me envía la que ilustra el reportaje: quien aparece en primer plano es Mica. Malena, con un libro y fumando, detrás. Me atrevo a decir: muy Malena. 

La visito una tarde de domingo. Antes de su cálida bienvenida, cruzo a mucha gente que va y viene por los vericuetos de su casa compartida en el barrio de Villa Crespo. Ella prepara mate y subimos a la terraza. Propone movernos a la sombra, pero obvio que con una charla tan linda el sol nos va a seguir el rastro.

Una vez dijiste que fue la poesía la que te eligió, porque en realidad vos leías solo narrativa. ¿Qué encontraste en la poesía que en la narrativa no?

¿A nivel escritura o a nivel lectura?

A nivel escritura, como para que fueras por ese lado.

Yo creo que la poesía tiene una cosa más de condensación y la narrativa trabaja más con estirar esa condensación. La poesía tiene algo muy de captura de pantalla, de contraposición de sentidos y emociones, me permite detenerme más y trabajar en un tema desde muchos lugares. Y -lo estoy pensando ahora- al ser un formato breve, te animás primero a eso, a ir a lo breve. Igual no tiene mucha explicación; hay gente que empieza escribiendo cuentos y piensa que nunca podría escribir un poema. Y algo que también relaciono es que el primero de mis amigos que escribía hacía poesía. Entonces, no era raro. Al menos para mí, era más normal que escribir una novela.

¿A qué edad empezaste a escribir?
Empecé de chiquita. Me di cuenta de que muchas de las personas que escriben cuentan que en la escuela primaria algún profesor les dijo “che, es buenísimo esto”, y eso en general te da una habilitación. Me acuerdo de que en tercer grado escribí algo y me llevaron a la Dirección para felicitarme. Para mí eso fue alucinante. Después ya me consideraba escritora. Lo decía: “yo soy escritora”. Escribí mi autobiografía a los 8 años (Risas). También, cuentos. Me acuerdo de que una profesora no me había devuelto una obra de teatro que escribí y yo decía: “¡No! ¡Me la robó!”. Me la re creía cuando era chiquita (Risas). Después, en séptimo grado, propusieron hacer una antología para cerrar el año del taller literario. Y mi poesía era una mierda, una porquería. Todos lo sabían y lo decían. En cambio, la de mi compañera Mariel era brillante. Y yo decía: “¿cómo puede ser que ahora soy una escritora mediocre?”. Entonces, dejé de escribir. Hasta que, a mis 14 o 15 años, otra vez una profesora de Lengua nos dio una consigna de escritura. Yo escribí un cuento que trataba de alguien que tenía muchos problemas que se convertían en elefantes en el subte, y a la profesora le gustó. Después de eso, pasamos el verano en San Isidro, en una casa con pileta que nos prestó un amigo de mi vieja. Cuestión que tenía un cuartito arriba de todo, donde me encerré y empecé a escribir de nuevo unos textos.

Te reconciliaste.

Me reconcilié.

¿Y a vos te había gustado lo que habías escrito en séptimo grado?
No sé, creo que estaba enamorada y escribí una porquería, era algo de amor. El de mi compañera me lo acuerdo porque era un poema re militante. Hablaba de los niños pobres y no sé qué, entonces, fue un hitazo, como un “tiene consciencia social”. Y yo hablando del amor (Risas). Bueno, como todos.

¿Tus textos eran autobiográficos?
Siempre para mí hay algo de lo autobiográfico, pero no eran autobiográficos. Tenía una serie de poemas rarísimos con un personaje que se llamaba Esterlina. Los escribí en la clase de Química y todavía los tengo en un blog. En la secundaria fui al Nacional Buenos Aires y había una plataforma virtual que tenía un espacio para que subieras tus textos. Además, proponían consignas, todos escribíamos y nos comentábamos. La verdad es que era mucho más divertido que Facebook. Y me acuerdo de haber subido un mini poemario y que me comentaran chicos más grandes que escribían desde hace más tiempo: “che, qué bueno esto”. Y ahí de nuevo dije: “soy escritora” (se ríe).

Compré su libro de poemas Amiga en aquel encuentro que mencioné al principio. Me gusta recordar que lo leí al instante, antes de tomarme el bondi de vuelta a casa. Es un libro que te invita, te atraviesa, pero no te desampara. Tiempo después, escucho una entrevista radial en la que Malena dice que la poesía la ayuda a entender su mundo.

¿La intención con Amiga fue entender el vínculo de la amistad o, a partir de dirigirte a una amiga, habilitarte a hablar de lo que fuera?
Ese libro surge de haber estado un año viviendo en distintas casas de amigas que se habían ido de viaje. Tenía ganas de escribir sobre eso, porque es muy raro estar sola en la casa de otra persona, con sus objetos. Venía mambeando con la energía de cada casa y con los cuidados que requiere -es un espacio re íntimo, dice mucho de cada uno-. Con eso en la cabeza, me mudé sola y tenía necesidad de decir y de pensar algunas cosas que me estaban pasando. Empecé un taller con Cecilia Pavón y ella nos propuso la consigna de pensar en un libro conceptual. Entonces, dije: “Ah, yo tengo esto”. La primera versión se llamaba “Los cuidados”. Le mostré esos poemas a Mica y ella leyó en uno la palabra amiga y me dijo: “qué bueno esto, probalo”. Yo tenía muchos poemas de amor dedicados a un amigo y los cambié como si fueran para una amiga. Hice un trabajo con eso para ver qué pasaba. Entonces, hay una ficción que se va tejiendo, medio de tensión. Me pareció interesante que hubiese algo biográfico, algo de las casas, algo de los objetos y una historia que se entrelazaba entre esta amiga y la protagonista. No se qué se lee del libro, pero esa era la idea.

Vas tomando cosas de lo que te va pasando…

Sí, eso seguro.

…y vas jugando con eso.

Claro. Me parece que siempre hay un momento previo de escritura que es esto: hay una situación que me interpela, que me molesta, que me llama la atención de alguna manera y, bueno, lo escribo. Después creo que el proceso de edición es otro: qué genero con estos poemas, qué tensión se va armando, cómo crece, cómo baja. No sé, lo que sea, que es más racional si querés.

¿Primero es pensando en vos y después empezás a pensar en el lector?

Claro, primero escribo porque lo necesito. Eso es lo que veo diferente con la narrativa, que es más pensando en cómo invento una escena. Con la poesía necesito procesar un montón de cosas a partir del texto y recién después lo puedo editar más racionalmente.

¿Qué se transforma de Amiga cuando hacés la performance con Fernando Toth?

Cuando empecé a postear en Facebook los poemas, Vera -otra amiga- me dijo: “che, son re canciones, está para un disco”. Toth leyó ese posteo y nos juntamos. Él trabaja de una manera re interesante, porque es antropólogo además de músico. Entonces, me pidió que llevara tres discos míos y él les iba a sacar los beats. Me dijo: "tienen que ser discos que te gusten mucho, que sean representativos". Yo me acababa de mudar, no tenía discos, pero llevé tres re bizarros: Casa de Natalia y La Forquetina, un simple de cuatro temas de las Spice Girls y El amor después del amor de Fito. A mí Fito no me gusta, pero bueno, tenía ese disco.

Ah, no eran los que más te gustaban.
No, eran los discos que habían resistido a las mudanzas. Se los llevé, ahí empezamos a probar y modifiqué un montón de poemas por cómo los decía y por el ritmo. Siempre improvisamos. A veces sale más apagado, a veces más arriba, depende del momento. Me encanta. Es interesante lo que pasa, es una cosa muy de trance. Ahora los poemas de Amiga no los leo casi nunca en público, a menos que sea con lo de Toth. Sin eso me resulta raro, medio goma, y con lo de Toth me parece más un mantra de fiesta, me gusta más. Lo hicimos en lugares re distintos: en una escuela a las diez de la mañana, en La Noche de las Librerías, en una fiesta. Es re divertido.

Alguna vez dijiste que tus escritoras favoritas eran Idea Vilariño y Juana Bignozzi. ¿Por qué?
Es que son para mí dos poetas re fundamentales. Me parece que trabajan muy bien la amistad, lo femenino, la militancia, lo breve, el amor. Me re gustan. Ahora también me gustan mucho Eileen Myles y Dorothea Lasky, dos norteamericanas. Trabajan con algo que me está interesando que es un poema más extenso, como el poema que lo podría decir todo. Sus poemas pueden durar tres páginas. Van desencadenando y extendiendo todo hasta vaciar de sentido. Además trabajan mucho con la palabra como algo mágico.

¿Vas estudiando tu poesía a partir de la poesía de otrxs?
Sí, puede ser. Creo que de alguna manera te van tomando tonos. Después del libro Amiga, no escribí más poemas así. Lo pude cerrar y empezar a escribir otra cosa. Me interesa ir armando cosas distintas. Ahora va a salir una plaqueta mía de poemas re cortos y para el año que viene estoy armando un libro con poemas larguísimos. Entonces, voy buscando influencias de lo que me interesa trabajar.

¿Y siempre es con un concepto que abarca todos los poemas?
No siempre. La plaqueta sí, trabaja con un tema, toca el tema del amor. El de los poemas largos se va a llamar Ahora estoy parada y tiene que ver con detenerse y mirar. Son largos porque es esa cosa de lo abrumante. Como editora, no me interesaba cuando me llegaba material de “te enchufo toda la antología de textos que escribí en cinco años”. Porque no se armaba ningún tipo de coherencia. No hace falta que sea un tema, pero sí que haya algo que los una.

Si jugamos a separar, salgo de Malena poeta y voy hacia Malena persona. Suele pasar que, en el relato que hacen les artistas de su propia vida, encuentro mucho de su poesía.

¿Qué cosas te provocan angustia y cómo desenchufás de esa angustia?
Cocino. Me gusta mucho cocinar, es la cosa que más me desestresa en la vida. Le cocino a todo el mundo. No por hambre, necesito ponerme a producir, es como que me limpia la cabeza. Y otra cosa que hago todo el tiempo es ir a la feria de Parque Centenario y comprar boludeces (se ríe). Son las dos cosas que hago, no tengo mucho más. Bueno, leer. Pero cuando estoy muy pasada necesito salir a caminar, irme a la feria o cocinar. Y las cosas que me generan angustia son muchas. No podría enumerarlas, cualquier cosa me puede generar angustia (se ríe).

¿Es como ponerte unos anteojos y ver todo desde ese lugar o más bien son cosas que pasan afuera y te provocan angustia?

Creo que me tapa todo. Todo me empieza a molestar, a sobrepasar. Una cosa que no me gusta mucho es cuando hay algo que no puedo manejar. Soy muy controladora de algunas cosas y cuando se me van de las manos, me super angustia.

Dijiste que la plaqueta de los poemas cortos es sobre amor. ¿Cómo te sentís en relación con el amor romántico hoy, en este momento puntual del feminismo?
Me pasa que -es algo que estuve hablando con Mica- creo que toda la precarización laboral que vivimos como generación nos llegó a lo afectivo. Y -decíamos- eso se traduce en contratos emocionales precarios: cada vez exigir menos, demandar menos, sufrir más. Me parece que cada uno se va relacionando con las personas de distinta manera. No es que digo: “va la monogamia” o “va la poligamia”, creo que es una cosa que se va construyendo en cada vínculo. Pero sí siempre está bueno que haya respeto y comunicación. Últimamente lo que pasa es que hay mucho enrosque: que si comunicás de más, que si comunicás de menos. Me parece que lo que importa es relacionarse con el otro desde un lugar de empatía mínima, básica, y eso está re faltando. Y, por otro lado, me está hinchando mucho todo el tema de las etiquetas de soy pansexual, bisexual, larara. Pienso que esa etiqueta, en vez de generar algo más cómodo, genera algo más incómodo, como una división. Hace poco un amigo me contó que una piba le dijo: “qué te haces el gay, si vos estas con pibas”. Y es como: ¿qué te metés con cómo él vive eso? Hay una cosa de ser paquetitos que están en el supermercado, cada uno con su etiqueta y su forma de vida acorde a eso. Siento que todo en realidad es más flexible. Está buenísimo estar en este momento, para poder vivir cómo se cayó el relato patriarcal de lo heterosexual como única forma de manifestación de la sexualidad. Pero tranca, no hace falta que todos tengan una etiqueta ahora. Simplemente, con que se haya caído ya es un montón. Aunque no se cayó del todo, pero sí en nuestro pequeño ambiente. Y después, con respecto al amor romántico: me crié viendo comedias románticas, soy un poco romántica, pero juego un poco con eso. Esta plaqueta se llama Perdón, te dije que te quería y es bastante melodramática. El poema que le da el nombre es eso, pedirle a alguien perdón por decirle que lo querés, porque es fuerte. Hay un juego super melodramático. Es una plaqueta que escribí hace mil años y que salga ahora es medio gracioso también, porque esta persona va a decir: “¿qué le pasa a esta piba? ¡Pasaron tres años!” (Risas). Pero me parece divertido, como una puesta en escena, que se mezcle todo.

Sos acuariana. ¿Cómo sos vinculándote? Con gente nueva, con amigues, etc.

Sí, soy acuariana. O sea, me vinculo mucho con gente, soy muy de tejer redes, de tratar de conectar personas. Si sé que vos haces esto y tal hace lo otro, los conecto. Me gusta, lo disfruto y lo hago desde siempre. También, a la vez, soy muy cerrada. Yo re creo en la Astrología: soy acuariana, pero tengo la luna en Cáncer, lo que me hace ser una persona bastante resguardada. Puedo ser sociable y está todo bien, pero llegar al plano íntimo me cuesta. Oscilo entre: “quiero que haya trescientas personas en mi casa, todos juntos comiendo asado” y “por favor, necesito estar sola media hora”. Cosa que es muy difícil de lograr en esta casa.

Y con la gente con la que no coincidís en ideología y te la cruzas en la vida, ¿podés vincularte o te cuesta y chau?
No, es verdad, en ese sentido soy más tajante. Llegó un momento de mi vida en que hay cosas que me dan paja y me van a dar paja siempre. En el sentido de que no me vinculo con un macrista o una macrista. Si lo fuera mi amigo de toda la vida, sería otra cosa, pero por suerte no me pasó. Me cuesta construir un vínculo desde algo tan diferente. Y también, sostener lugares de pelea. Soy una persona iracunda, pero cuando me enojo fuerte es con gente que es muy amiga, como con ese permiso de lo íntimo. Pero, no sé, no sé cómo soy, lo estoy pensando ahora (se ríe).

¿Sentís que te dejás transformar por lo diferente?
No, soy medio cerrada. Como soy controladora, me cuesta entrar en circuitos distintos, me manejo en un ambiente y me cuesta salir a otros espacios. Hay cosas que para mí son de determinada manera. Si me agarrás en un buen día, te la super charlo y me re copo, pero en general como sé lo que quiero y más o menos lo que me gusta, me quedo en ese plan. Hace mucho que no tengo amigos nuevos.

Pasamos de Malena personal a Malena librera. Y después ya vamos y venimos.

¿Por qué la librería se llama Luz Artificial?
No tiene mucho sentido. Un día empezamos a boludear con la idea de poner una editorial, pensamos un nombre y salió ese. Nos gustaba la idea del brillo. La luz artificial es como una cosa que se propaga, no me acuerdo bien cómo era la explicación. Después pensamos en hacer la librería y fue como casi cósmico: tuvimos esa charla, al toque yo cobré una plata que estaba trabada hacía un montón de tiempo y a la vez una chica que vivía en donde ahora está la librería se fue de un día para el otro. Entonces, dijimos: “este es el momento, nos quedamos con ese cuarto”. Y nos parecía que el nombre estaba bueno para una librería, porque hay algo también de la luz de la lectura. Francisco Garamona, el editor de Mansalva, nos dijo que tenía una revista que se llamaba así y pensaba que era un homenaje.

¿Vas eligiendo lo que te gusta? ¿Leés cosas que no te gustan? ¿Cómo es?
Elegimos bastante, marcamos el catálogo bastante. Hay cosas que nos parece importante tenerlas y otras que están porque abrimos la consignación con una editorial. Leo mucho porque para recomendar hay que tener una idea. Si me piden novelas de tal tema, siento que me tengo que poner a leer sobre ese tema. Y después está lo que yo leo, que en general es lo que no se lee nunca, son cosas que no le importan a nadie, escritores hablando de escritura, ensayos. No es lo que más sale. Este mes puntualmente estuvimos leyendo poco, pero la idea es tener margen para recomendar.

¿Hay cosas puntuales que te parecen que no funcionan o que no te llaman la atención en la poesía?
Me interesa más una poesía ligada a la imagen o a lo concreto. No me gusta mucho el lirismo. Salvo algunos casos, como Gabriela Bejerman, que es un poco lírica y me gusta. Pero no me interesa cuando hay una ostentación del uso del lenguaje y a la vez un enrosque, un ocultamiento constante de lo que se quiere decir. Me parece que es un menosprecio al lector esa cosa de “y no vas a entender un pedo de lo que estoy hablando porque es mi propio código”.

Te deja afuera.


Sí y te pide un montón de competencias como lector que me parecen muy segregadoras. Me parece que es lo que hace que a la gente le ofrezcas un libro de poesía y te diga: “No, la poesía no es para mí”. No, la poesía es re para vos y para todes nosotres. Y, bueno, hay un montón de gente que tiene esa propuesta que es válida, pero que a mí no me interesa, me irrita. Creo que es algo muy ligado a que fui un millón de años a taller con Margarita Roncarolo, a aprender a ver qué querés decir y que se entienda lo mejor que se pueda lo que querés decir. Es el trabajo con la imagen siempre y particularizar, no esa cosa de “el abismo”, “el amor”, “la nada”. Son esas palabras que parecieran incluir todo, pero ¿cómo se ve eso en lo que vos querés decir? ¿Cuál es tu abismo, tu vacío? Igual tengo “el vacío” en un poema, también cometo esos errores.

¿El feminismo te tranquiliza o te angustia? ¿O las dos cosas?
Las dos cosas. El feminismo es un movimiento revolucionario y está bien que me tranquilice y me angustie. Me parece que nos viene a poner en cuestión constantemente. Lo que no me gusta del feminismo es la obstrucción del pensamiento. Ahora, por ejemplo, vamos a hacer una charla en la librería sobre violencia y escrache. No me gusta cuando el feminismo deviene en dogma. No me interesa pensarlo desde ese lugar, de que todo sea blanco o negro, de que si te detenés a pensar, sos una encubridora o un abusador. Hay un montón de cosas que se están poniendo en una especie de revisionismo histórico y es muy fuerte. Como mujeres nos pesa mucho, porque es mirar toda tu vida para atrás y empezar a pensar un montón de situaciones de mierda. Situaciones que te angustian, que está buenísimo que estén visibilizadas y constantemente sobre el tapete, pero que también nos dejaron rotas y hay que hacerse cargo de que nos dejaron rotas. No sé, estar escuchando durante cinco meses la palabra aborto en todos lados si abortaste, te hace un poco mierda, te hace revolver un montón de cosas. Es difícil. Lo del escrache lo venimos pensando porque nos empezó a pasar que venían muchas chicas a contarnos situaciones, escraches, a decirnos que no sabían qué hacer. Y, entonces, pensamos que es re fuerte como escritoras, porque el escrache es uno de los pocos casos en los que un texto cobra consecuencias instantáneas en lo real. Ponés un texto en una red social y se vuelve automáticamente cierto e inapelable. Desde un lugar casi binarista; porque si sos mujer, tenés concha y sos heterosexual, ya está, es cierto. Eso hace que se tomen posiciones con las que quizás no acordamos. O sea, hay un montón de discusiones que ya estaban saldadas. Yo no estoy de acuerdo, por ejemplo, con la pena de muerte, pienso que las cárceles son una mierda. Y de repente ahora es como: “sí, vamos a apedrearlos, a matarlos, a dejarlos sin trabajo y que ojalá se mueran en un hueco”. Y no, paren, vamos a pensar. No es solo dar vuelta la tortilla. Siento que es más ver cómo construir algo mejor desde otro lugar. Me parece que expulsar, limpiar y visibilizar puede haber sido un buen primer momento, pero hay un segundo momento de pensar. Porque alguien dice “un chabón me pegó” y listo, ya no se puede dialogar. Empiezan a haber un montón de acusaciones entre mujeres, de peleas. Creo que es necesario que nos detengamos a pensar un poco qué carajo estamos haciendo cuando escrachamos a alguien, por qué, en qué estamos siendo violentas nosotras también, entre nosotras y con ellos. Me parece re importante detenerse a pensar. Pensamos en la charla y va a venir Mau Nadaja para hablar desde un punto de vista más psicológico, también una periodista feminista y una gestora cultural. Necesitamos herramientas para sostener algunos grises, porque algunas cosas sí son blanco o negro, pero otras están en el gris absoluto. Estamos muy hechas mierda y está bueno apoyarse en ese “che, la verdad, no sé qué hacer” y no en “bueno lo que hay que hacer es esto y punto”. Eso me parece interesante. No sé qué saldrá de la charla.

Bueno, preguntas. Preguntarse cosas.
Sí. Es eso: preguntas. Sí, absolutamente.

¿En qué crees? ¿Dios, el cosmos, nada, qué?
Oscilo un poco entre creer en una especie de destino, espiritualidad, etcétera, y ser absolutamente descreída de todo. No sé. Ah, creo mucho en la palabra, posta. Creo mucho en la palabra como conjuro, como canalizadora, como convocante. Me parece que en la poesía hay algo muy de ritual que es re interesante. El texto escrito de alguna manera va generando cosas, no sé a partir de qué tela del universo, pero creo un poco en eso. De hecho, hace dos años empecé a escribir una novela en la que escribí cosas que después fueron pasando. Hace poco hablaba con un amigo escritor y decíamos que a veces, en el primer momento de escritura, es como si te tomara algo que no sabes qué es, como una especie de voz. Escribís y después eso tiene ciertas consecuencias en la realidad que son medio inexplicables.

¿Escribís en cualquier momento, cualquier día, en cualquier lugar o tenés que tener una situación particular?

Ahí puedo hacer un link con lo místico: creo que en ciertos momentos te toma la necesidad de escribir y, cuando no escuchás ese impulso que es AHORA, perdés el poema. Me ha pasado un montón de veces de sentir que es ahora-ahora y no tener para escribir o estar en otra situación o estar acostada, no levantarme por pajera y después decir: perdí el poema. Pero eso de sentarme a escribir todas las mañana no, no puedo.

¿Qué zanahoria tenés adelante ahora para caminar?
El deseo de poder seguir viviendo de la literatura, ir generando una especie de luz -en el sentido de que queremos hacer residencias, talleres, crear un espacio de intercambio de la escritura- y de poder publicar la novela que estoy escribiendo. No sé, hay una crisis económica de la re concha de la lora, entonces, es como un delirio nuestro proyecto basando en la nada. No, no en la nada, basado en mucho deseo. Lo fundamental es que hay mucho deseo y, a partir de ese deseo, fueron pasando cosas que yo pensaba imposibles. En enero estaba trabajando en cinco librerías porque no tenía plata para cargar la sube, y yo decía: “nunca en mi vida voy a poder tomar las decisiones de los libros”. Y haber logrado eso es re fuerte. Obviamente, siento que hay mucho para mejorar y crecer sin ansiedad. Eso versus una economía que te dice volvé a laburar mil horas porque no sé cómo vas a vivir. La zanahoria sería poder sostener y hacer de esto una posibilidad de sustentabilidad económica que me permita hacer lo que más me gusta: escribir y leer.

Hablamos un poco más de su Sol en Acuario, su Luna en Cáncer y su Ascendente en Géminis.

Qué raro incorporar la energía de Géminis.

Es re fuerte y estoy rodeada de geminianes. Me cuesta mucho la energía de Géminis, no la soporto. A la vez está buena, porque mi socia es geminiana y discutimos mucho porque yo soy más de hacer y ella es más de dudar. Y esa duda me está haciendo detenerme más y eso es interesante, porque en el detenimiento veo cosas que antes no veía, tanto para la escritura como para la gestión o lo que sea.

Sol y Ascendente en signos de Aire. ¿Tu espacio de sensaciones lo tenés que buscar para crearlo y que no pase todo por la cabeza?
No, para mí lo que escribo es re de la Luna en Cáncer.

Escribe la Luna.

Escribe la luna. Una vez, antes de saber nada de Astrología, había escrito un poema que decía algo así como “el agua que desborda y derriba todo”. No sabía bien de dónde había salido y la astróloga me dijo que era la Luna en Cáncer que estaba en tensión con todo lo que es aire y eso me abrumaba. Fue loco haberlo escrito sin saber una mierda, pero era eso: el agua de Cáncer como diciendo “che, acá hay cosas, miralas”.

Última: ¿Qué pregunta te hacés y todavía no te podés contestar?
Supongo que la pregunta que se hace todo el mundo: para qué estoy acá (se ríe).

Interrumpo esta respuesta para decirles, lectores, que en lo que sigue me quedo flasheada. Ocurre que en el medio de la entrevista me surgió el deseo de preguntarle algo que hace tiempo me vengo preguntando en mi vida y que sentí de pronto que Malena podría darme una respuesta. Pero lo dejo pasar. Y curiosa o mágicamente es lo que ella misma se viene preguntando y no se puede contestar. Por eso es hermoso que me hable de eso y que encima intente una respuesta:

Y me hago una pregunta por la percepción, porque tengo un gran problema de falta de percepción de lo real, de qué es lo real. Esa podría ser una pregunta. Porque creo que escribir es una forma de entender lo real, de entender qué es lo que está pasando. Al menos por eso escribo yo: qué es lo que está pasando, vamos a mirarlo. Esa cosa de decir: bueno, en realidad no existe lo real, existen relatos de lo real y un cómo conviven esos relatos: el relato legitimado socialmente, el relato legitimado en un entorno, el relato de cada persona. El vínculo con los otros sería la pregunta. En todos los formatos que escribo, escribo sobre eso. Creo que todes escribimos sobre eso: los vínculos, cómo se arman los vínculos, cómo construyen los vínculos su relato. Una dice: esto claramente era así y nadie me iba a decir que no era así, porque era así. Y, de repente, no, no, no. Y está bien, bueno, escribiste algo de eso.
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Fechas de eventos que menciona:

-Charla sobre violencia y escrache: miércoles 12 de diciembre de 2018

-Presentación de la plaqueta Perdón, te dije que te quería: jueves 20 de diciembre de 2018

Facebook de LUZ ARTIFICIAL: https://www.facebook.com/LuzArtificial

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