viernes, 31 de mayo de 2019

ENTREVISTA A OCTAVIA PALERMO

Que las hay, las hay.


Desde que la conocí, a fines de 2017, sentí que Octavia era un tesoro por descubrir. Un poco porque vino a este mundo con muchos dones, pero sobre todo porque no se queda quieta; está en constante movimiento y aprendizaje. La considero una de mis maestras porque en mis momentos de oscuridad fue una guía especial: desarrolla la cualidad de ser sabia, espiritual y poderosa sin dejar de estar con los pies en la tierra. 

Tardamos un montón en concretar la entrevista y, por cosas de la vida, me llevó meses desgrabar y prepararla para publicar. Aquella noche de enero, Octavia me recibió en su casa, con los brazos abiertos, cerveza helada y una picada espectacular. Sus tres hijxs iban y venían para picotear o preguntar algo. Su pareja llegaría después de que yo me fuera, con la promesa de que la picada aguardaba. 

Como con cada entrevistade, lamento que lxs lectorxs se pierdan de las risas de Octavia, sus dramatizaciones y sus formas de decir. Igual, en la transcripción respetuosa que hago de sus palabras, de su discurso, tienen un montón por descubrir. Ahí vamos.

¿En qué consisten tus trabajos actuales?
Son dos (Su hijo mayor interrumpe desde el comedor para preguntarle algo, ella le responde y luego retoma). No, son tres. Hay uno que tiene que ver con lo que hago en educación. Siempre quise estar dentro del Estado, porque me parece que es el único lugar por donde pasa todo el mundo y yo quiero trabajar con todo el mundo. Tengo una idea muy naif de que el Estado es un lugar que hacemos todos entre todos. Como este país tiene una tradición estatal muy fuerte, me parece que de verdad hay que buscar ahí la hendidura, el hueco. Es como una red donde hay muchos agujeros por donde meterse y generar. Entonces, estoy en un programa del área socioeducativa del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires. Me parece que es una propuesta muy interesante del Gobierno anterior, de la Ley Federal de Educación de 2006. Además suma a las familias y yo siempre quise laburar con las familias. Cuando trabajaba de maestra en la escuela, me desilusioné un montón porque la escuela le cierra la puerta a la familia. Y, bueno, las cosas se fueron dando y terminé trabajando en Educación Sexual Integral (ESI). Coordino educadores, doy cursos y seminarios. Para mí es alucinante este trabajo. Fue medio: “hace falta ESI, hace falta ESI, hace falta ESI” y un día mi jefe me miró y me dijo: “está bien, ¿tenés gente?” Y yo: “Sí, sí, tengo gente, tengo todo, ¡mañana te presento todo!” Y respondió: “Perfecto, pero te ocupás vos”. Y me quedé (abre la boca con cara de sorpresa y luego se ríe). ¡Me agarró pánico! Eso fue hace años, ahora estoy más armada y más tranquila en el rol. Hasta que pase algo y vuelvo a ponerme muy nerviosa (sonríe). La verdad es que cuando estás en el Estado ocurre eso de que las gestiones pasan, pero el trabajo queda. Lo que los pibes y las familias reciben queda. Es como el granito de arena, que no suena bien, suena mal, pero es la apuesta que yo elegí hacer y que me hace sentir bien. Después, el otro trabajo es, en algún punto, el más heredado. Mi vieja era vidente, grafóloga, leía las manos, tiraba varios oráculos, trabajaba de eso. Yo siempre fui muy intuitiva, muy sensible y receptiva. La verdad es que siempre fui medio mística como muchos de los hijos únicos. Y empezar con este trabajo de tirar las runas, armonizar o abrir registros akáshicos fue como todo un trabajo de reconciliarme con esa historia y con esa parte mías. Yo, en mí, veo la conexión entre los dos trabajos. Veo cómo la sexualidad es el puente de conexión entre ambos.

¿Cuál sería? ¿Cómo sería?

En el área de educación, trabajo mucho con las emociones, con la libertad, con darle la palabra a los pibes y a las pibas e incluso a los educadores —a quienes también les cuesta dejar la queja y tomar la palabra en serio—. Cuando trabajo en mi casa, en el uno a uno, me doy cuenta de que también es darle la palabra al otro. Se trata de intentar ver qué es lo que sentís, cómo es lo que sentís. En ESI se habla mucho de “proyecto de vida”. Cuando yo trabajo en mi casa, básicamente, lo que la gente quiere saber es para qué está ahora donde está y eso tiene mucho que ver con el qué quiero hacer de mi vida y la importancia de seguir el deseo en este plano de dolor y de placer. Me di cuenta de que se puede aprender también por el placer. Yo me sané empezando a hacer este trabajo. Me liberé, me acerqué más a mi propio deseo y al placer. Por ahí, no es tan placentero siempre estar en el ministerio, recorrer escuelas, discutir con directivos o coordinar educadores. En cambio, en el laburo en casa siento mucho placer. Y después hay otro trabajo no remunerado (sonríe) que es este de sostener la familia, ser madre, organizar la agenda familiar, llevar, traer, querer que mis niños reciban una educación integral. Definitivamente, es un trabajo. Cualquier mujer que está en mi lugar o los pocos varones que están en mi lugar saben que es un trabajo.

¿Qué carreras y cursos te formaron?
Un montón. Mis viejos estuvieron de acuerdo en dos o tres cosas a lo largo de toda la vida, una de esas cosas era que yo tenía que hacer Psicología. Entonces, obviamente yo no hice Psicología. (NOTA DE LA R: cuando estoy por publicar la entrevista, me entero de que Octavia decidió iniciar Psicología en la UBA ¿Ven? ¡Constante movimiento!). Tuve una etapa muy autodestructiva en la adolescencia y eso me llevó a hacer la secundaria en muchos años. Cuando hice por tercera vez segundo año, estaba anotada en un colegio de Once que era un desastre, un desmadre. En un momento me encontraba al mediodía con mis compañeros -que eran repetidores, de casas tomadas, pibes chorros- y les explicaba porque me lo sabía de memoria. Ese año no repitió ninguno. Me acuerdo de que las familias me invitaban a almorzar porque estaban re contentas de que el pibe no se había llevado ninguna materia. Y dije: está bueno esto de enseñar, de transmitir. Ahí empecé a pensar en ser maestra. Hice la carrera de maestra, un curso de Educación por el Arte y el instructorado de Yoga. Porque a mí el yoga me salvó la vida, yo estaba muy mal y me salvó la vida completamente.

¿Sí?

Sí, lo tengo clarísimo. Me ayudó a sentir y a sentirme. Bueno, también hice la carrera de Psicología Social, que me ayudó mucho a cambiar la mirada sobre la sexualidad, la vida, el trabajo, la escuela, la familia. Me dio vuelta todo. Después hice un curso de especialización en ESI. Hice un montón de cursos y talleres. Yo tejo en telar originario y eso también me ayudó a entender un montón de cómo se construyen las cosas, de dónde está el placer y la paciencia. O sea, de cómo se puede sentir placer y aprender mientras con paciencia parece que hacés siempre lo mismo, pero que cuando te querés dar cuenta tejiste algo muy importante, muy grande y muy valioso. Cómo eso no tiene más valor que el que tiene para vos, no hay un valor posible para ponerle. Un poco eso está en la educación, en el uno a uno y en la crianza de mis hijos; no hay un valor. Así que estudié muchas cosas. También, Bioenergética, que me sirvió para hacer el puente entre esto del Estado y la parte más íntima, más mística. Y después soy medio autodidacta, como todos. Tengo etapas en que escribo mucho, para amigarme con diferentes cosas, ¿no? También leí mucho sobre Psicología. Vas armándote. Y empecé la carrera de Historia, hice algunos años, eso no me sirvió para nada.

Para saber lo que no te gustaba.

Sí, totalmente, para saber que Puán no es el lugar donde quiero estar. Me fui re contenta. Todo suma, incluso lo que sirve para saber que no te sirve.

¿Por qué pensás que hay gente que está en contra de la aplicación de la ESI?
La otra vez le decía a alguien que está en la ESI hace un montón de años: nadie supuso que la ESI iba a funcionar como detector de evangelistas. Todos estábamos esperando al rati facho, al milico retrógrada. Suena horrible y es horrible decirlo así, pero es como cuando ves veinte cucarachas en tu casa, fumigás y empezás a ver ciento cincuenta. Es increíble. Definitivamente, ellos se oponen. Y una cosa se da con otra: es en esta coyuntura que ellos quieren mostrar el poder que tienen, porque empiezan a hacer pactos y alianzas con el poder político. Finalmente, todo cierra y está iluminado. Pero nadie veía que iba a ser así. Yo no puedo ni imaginar lo que se viene. Creo que se oponen por rigidez. No creo que haya intereses ocultos ni que haya un poderío económico. No creo que la gente que maneja las redes de trata realmente crea que si la ESI se imparte como se debe impartir, se van a acabar las redes de trata. No creo que las mafias organizadas piensen eso. Lo que creo es que hay una rigidez enorme producto de la ignorancia y del miedo, y que realmente la gente está más segura sabiendo que hay que hacer esto para estar bien con Dios y es como que no quieren saber nada más. Porque vamos con esta idea de: “preguntate qué querés, qué sentís, elegí”, y responden (imita a alguien desesperado) “¡No, no quiero elegir!”. Me parece que es eso. Y en el medio hay figuras como Alfredo Olmedo que, desde su ignorancia total o limitación mental -como algo muy suave que se me ocurre decir-, no tiene ningún problema en decirle a todo el mundo qué tiene que hacer con su vida. Creo que es rigidez y miedo, y de eso estamos hechos hace siglos. El miedo no es algo inocente.

No trabajás directamente con los pibes y las pibas, ¿no?
No, directamente no. Recién el año pasado tuve la posibilidad. Es algo que siempre pedí. Porque siempre pido, nunca me quedo con lo que me dan y ya está. Pido. Entonces, finalmente tuve la oportunidad de dar talleres y lo disfruté un montón. Me encanta, lo extraño. De hecho, posiblemente este año dé clases ad honorem en un bachillerato, porque necesito dar clases. A la vez le tuve que dar la razón a mi jefe: di clases y no pude acompañar a los docentes. O sea, o hago una cosa o hago la otra. Y me gusta mucho acompañar a los docentes, me gusta mucho lo que es reflexionar sobre la práctica. Es un poco lo que hago en el uno a uno en casa. La persona viene con toda una situación ya hablada, ya masticada, y yo empiezo de cero: bueno, pero por qué, qué pasa.

¿Notás alguna diferencia en cómo reciben la información les pibes y cómo les educadores? Algún tipo de miedo…
Sí. Los adolescentes no tienen miedo a la ESI. Tienen un montón de miedo, pero no a la ESI. La reclaman, la piden insistentemente. En el caso de los niños -porque son contenidos diferentes los que se dan, obvio-, siempre les digo a los educadores que está buenísimo el trabajo con los niños, porque es darles la voz. Es importante que el niño sepa que no importa cuál sea tu orientación sexual ni cómo te definas, que lo importante es que te respeten, te amen y que seas bueno con el otro. El niño ya sabe, pero que el niño sepa no significa que no necesite tener un espacio donde decir y reflexionar sobre eso. Igual el niño no representa problema. El problema es con los pares, con los educadores. Ese es el laburo fino, porque los pares son los que están cargados de miedo, son los que vienen laburando desde hace un montón y que —entre comillas— entienden todo. Por ejemplo, los profes de Educación Física siguen separando entre varones y mujeres, porque es más fácil y no se arma alboroto. La queja es muy interesante. Hay un texto de Ana Quiroga sobre la queja que es impresionante. La queja puede activar una acción, pero si me quedo en la queja, me estoy saliendo de todo. Y hay mucho de eso en el educador. Y la ESI, irremediablemente, te pone en el centro de la escena. Vos, educadora, venís y me decís: “los pibes no me dan bola, hacen lo que quieren, me faltan el respeto, son re violentos entre ellos”. Y entonces: ¿a vos qué te pasa con eso? ¿Qué le decís a los varones cuando se pelean? ¿Y qué le decís a las chicas cuando se pelean? Cuando los retás, ¿cómo los castigas? No hay manera de zafar. Entonces, los educadores tienen mucho miedo y muchísima resistencia. Ahora estoy atravesando otro problema, que estoy viendo cómo lo desarmo, que es que a mí todos me dicen lo que piensan que yo quiero oír. Eso es un bajón. El otro día una educadora me dijo: “yo estoy re deconstruida, no necesito hacer esto” (nos reímos). Y yo le dije: “qué bueno, yo la verdad que la peleo día a día, a mí no me pasa, por ahí nos podés ayudar”. Te dicen esas cosas y es un rollo, porque a veces sentís que no quieren laburarse.

¿Tenías charlas sobre sexo con tu mamá y tu papá?
Mmm, sí. Mi viejo me hablaba de sexualidad y del deseo. Mi vieja tenía cosas muy cruzadas. Me explicó cómo se hacen y se tienen los bebés. Esa típica charla científica donde te explican todo y vos terminás más confundida y angustiada, sintiendo que sabés menos que antes. Yo tendría 8 años y no estaba preguntando si el espermatozoide fertilizaba al óvulo, si el ovulo lo elegía (nos reímos). Tengo registro de una situación: creo que mi vieja le pidió a mi viejo que me hablara para que yo no me masturbara más. Estoy segura de eso. Porque era muy chica y me masturbaba mientras me bañaba. Mi viejo, en realidad, me explicó que estaba re bueno conocer el propio cuerpo y buscar el placer. Pero mi vieja le había pedido otra cosa. Y a los 13 años, cuando menstrué por primera vez, mi vieja me mandó a la casa de mis tíos. No sé qué pasó, no entendí nunca. Fue doloroso y creo que fue cada vez más doloroso porque fue medio “te hiciste mujer, ya está”. No era un “no te quiero más”, pero era un “ya está, no pertenecés”. Había algo de rechazo. Entonces, desde mi vieja bajaba algo raro de la sexualidad. Yo, después, tuve un derrotero muy extraño con la sexualidad. No, extraño no, ojalá muy extraño, muy común en realidad, muy negativo. Mis primeros contactos con otras personas no estuvieron buenos ni a palos. Así que sí se hablaba, pero no de la manera más amorosa y constructiva posible.

Ayer vi un video de una pareja de lesbianas que respondían preguntas sobre el sexo entre mujeres. Me pareció piola porque parecían muy genuinas para responder. Creo que arrancaron pensando en tirar data y tips, y se fueron dando cuenta de que es como cada una lo vive. Por lo que me pareció que iba más allá de ser lesbianas, heterosexuales o lo que fuera. Mi pregunta es: ¿Cuál te parece el mejor modo de mejorar la sexualidad adulta? ¿Hay cosas puntuales para decir?
Yo a veces fantaseo con que por ahí el día de mañana me pongo a trabajar de sexóloga. A veces lo tiro en chiste y pienso en que estaría buenísimo (se ríe), pero de ninguna manera considerando que yo tengo un sexo alucinante. Yo tuve a mis tres hijos en casa y la partera que me acompañó en todos los partos y fue una gran maestra en mi vida tuvo un solo hijo y por cesárea. O sea, yo no soy la medida de las cosas. Tengo el sexo que puedo tener yo y a mí me gusta, la mayoría de las veces. Hablando de adultos, me parece que, excepto que haya preguntas muy específicas, no tiene mucho sentido ir a lo genital y a los tips del coito o el hecho sexual. Si son específicas, está buenísimo. Yo las he tenido y una amiga me ha explicado: existe este juguete y se usa así. Pero me parece que la clave está en experimentar todo lo que uno quiera, ni más ni menos, y en respetarse el deseo. Me parece que, si uno experimenta todo lo que quiere, ni más ni menos, y respeta su propio deseo, hasta incluso puede llegar a conseguir una conexión genuina con el otro, genuina y espiritual. Sea sexo ocasional o no, no importa eso. Y de última, si no conseguís esa conexión: taza taza, cada uno a su casa. Eso también pasa, porque si no sería genial coger con cualquiera. Estaría buenísimo, pero no es lo que pasa (nos reímos). De todas maneras, si aprendiste a respetarte a vos, sabés respetar al otro. Me parece que no va por tips, porque realmente quizás lo que me gusta a mí, a vos quizás te da náuseas. El otro día nos cagábamos de la risa con mi prima y un amigo porque hablábamos de que a ella y a mí nos dan asco los pies. ¡No importa si nos bañamos juntos, ni en pedo te chupo los dedos de los pies! (nos reímos). Y mi amigo decía: “ustedes se lo están perdiendo”. Si, divino, pero no cuentes conmigo para eso. Así que los tips no sé si sirven.

La otra vez estábamos hablando del orgasmo femenino y tu comentario fue: “hay mujeres que tienen uno solo y no se dan cuenta de que pueden tener más”. ¿Será cuestión de cada una conocerse a sí misma?
Sí. Por ejemplo, en esta época existen tantas cuestiones cosmetológicas, como la crema para masajes, la espuma de baño, los aceites, que están buenísimas. Hay que masajearse, tocarse. Y me parece que sí: hay que masturbarse. Lo que pasa es que hay un montón de mujeres que tienen que hacer todo un trabajo previo de sanación para poder masturbarse, por experiencias previas que impiden hacerlo de manera placentera o solas. Hay mucha culpa o vergüenza por cosas que sucedieron, no tienen ganas o es imposible que se otorguen ese placer. Por eso mi comentario así suelto suena muy soberbio, pero sí es cierto que fisiológicamente la mujer es multiorgásmica. Entonces, me parece que es un buen objetivo en relación con la salud sexual llegar a ser multiorgásmica. Mi instructora de yoga diría: “claro, como abrirse de piernas”. Y seguramente tendría razón, en elongación ese sería un objetivo saludable. El tema es dónde encuentra el placer cada uno. Por ahí muchas mujeres encuentran mucho más placer en elongar antes que en ser multiorgásmicas. Pero para mí es un buen objetivo en relación con la salud sexual de cada una. Si disfrutás un orgasmo en una relación sexual, no te conformes con ese único orgasmo. Laburalo. Como la frase: “la tierra es de quien la labura”, bueno, el orgasmo también. El orgasmo es de quien lo labura. Tenemos esa posibilidad.

La otra vez una amiga me decía: “yo nunca pensé en hacerme cargo del orgasmo del otro. Sí, estoy ahí, pero pienso en mí”, y me pareció buenísimo, porque muchas veces la mujer está en ese lugar de hacer para el otro.

Obvio. Cada uno viene de lugares distintos y tiene recorridos diferentes. Estamos en una sociedad patriarcal y hay una bajada desde ahí, pero el hombre también muchas veces se preocupa por el orgasmo de la mujer. Es cierto que a veces es el poroto para el varón, se preocupa desde ahí. “Ay, ¿acabaste tres veces? ¡Yo te hice acabar, soy re potente!”. Hay construcciones ahí, hay que ver.

Ahí la mente juega medio en contra, ¿no?
Sí. Creo que la mente siempre juega en contra. Lo que pasa es que es muy difícil apagar la mente, es un recontra laburo. Por eso me parece que experimentar en busca del propio placer y respetarse también es un ejercicio para ir corriendo la mente. Pero la mente sigue estando.

¿Qué diferencias encontrás entre tu familia de origen y la familia que formaste con tu compañero?
Muchas. Lo primero que se me viene es un recuerdo. Mis viejos se separaron cuando yo tenía 6 o 7 años. Él se fue al toque a vivir al exterior y volvió recién hace algunos años. Durante ese tiempo lo vi, pero poquísimo. Recién a los 12 años le pude preguntar por qué se había separado. Creo que tardé tanto porque una parte de mí intuía que iba a recibir una respuesta así. Lo que me dijo fue: “porque me di cuenta de que estaba equivocado, fue la inseguridad la que me llevó a estar con tu mamá, no había amor. Cuando estuve seguro, me separé”. Fue como un golpazo que me dijera eso, medio terrible, pero creo que yo ya tenía herramientas para sortearlo. No me quedé clavada en “fui hija de la inseguridad de mis padres y no hubo amor en mi origen”. Claro que me pareció terrible que me lo dijera, por un montón de motivos que a lo largo de los años se los fui diciendo, con relación a pensar un poco en el otro. El otro día hablábamos con una amiga de eso, de que no creo que la verdad en sí misma tenga un valor positivo. No. Si de verdad pasó eso, mentime que está todo bien. Pero, más allá de eso, realmente yo creo que no fue así. Me parece que cada uno ama como puede en la etapa de vida en la que está. El amor es algo que va cambiando, cambia la forma, el objeto de deseo, el tipo de compromiso, porque va cambiando uno mismo. Entonces, yo creo que mis viejos sí se amaron, como se podían amar en ese momento. Tampoco considero que el amor en sí mismo sea algo copado, puede ser una cagada y es amor igual. Yo creo que en la familia que formamos con Ricardo hay sinceridad y compromiso. Creo que eso es lo que posibilitó acompañarnos en las formas cambiantes que tomó el amor a lo largo de todos estos años. Creo que siempre estuvo el respeto y saber que el trato era acompañar al otro en lo que el otro quería y necesitaba. Y que, si uno no podía, bueno, pero el trato era y siempre es ese. Entre nosotros, ¿no? no hay recetas para el amor del mundo. Hubo momentos en que nos costó mucho acompañarnos y fueron momentos de crisis. Revisábamos: ¿te puedo acompañar? ¿quiero? ¿qué opino de hacia donde estás yendo? Siempre todo fue muy sincero y muy genuino. Me parece que ahí está el amor. Me acuerdo de que cuando empecé a salir con Richard -yo tendría 23 y él, 27- birreábamos, boludeábamos, jugábamos al pool, caminábamos sesenta cuadras, cogíamos y cogíamos. Y en un momento él me dijo: “mirá, esto no va más. Porque yo me estoy enganchando y vos tenés esa actitud de que nada te importa, de que estás de vuelta de todo y yo no estoy de vuelta de todo, a mí esto me importa, así que yo no quiero sufrir”. Y fue (abre mucho los ojos). Porque era mentira que yo estaba de vuelta de todo y que no me importaba. Lo que pasaba es que yo tenía un personaje que me había hecho para más o menos pasarla. Me acuerdo de estar sentada en esa plaza y de que tuve que tomar una decisión y, en ese momento, tomé la decisión de dejar de mentir. No es que yo le estaba mintiendo a él, me estaba mintiendo a mí misma. Nosotros fuimos familia mucho antes de tener a nuestro primer hijo. Le seguimos buscando la vuelta, porque no hay garantía, no hay algo comprado. Seguimos teniendo crisis y nos seguimos amando. Eso sí pasa: cuando estamos bien, yo estoy enamorada. Eso es re loco y está re bueno. No es que, si estamos bien, la cosa baja. Si estamos bien, yo la paso re bien, estoy super enamorada, me derrito entre sus brazos y me encantan las risas. Siento que vale la pena porque esto sigue pasando. Por eso revisamos cada vez y seguimos eligiéndonos. Eso no pasó con mis padres, definitivamente. Mi viejo pensaba que vivía en el error y mi vieja estaba muy asustada, muy angustiada todo el tiempo, no eran sinceros entre ellos y creo que eso hizo que, si tenían algo genuino, no lo pudiesen aceptar ni disfrutar. Porque puede ser que vos tengas algo genuino conmigo en el amor, pero si no vas a ser sincera, lo vas ensuciando. ¿Cuánto puede sostenerse que nos amemos de verdad si me estás mintiendo, si me estás ocultando cosas? Son muchas las diferencias entre ellos y nosotros. Básicamente, la forma de amar.

Y en esto que me decís de que tu mamá te dijo a los 13 años que te fueras a lo de tus tíos y que tu viejo se fue. ¿Tuviste a alguien de referente, que te enseñara cosas?
No, no tuve.

Fuiste aprendiendo sola.

Sí. No se lo recomiendo a nadie. Creo que por eso con Ricardo nos sentimos familia antes de tener hijos. Porque mi referencia en un momento fue darme cuenta de que me podía sentir bien, que podía detectar mis miedos y correrlos un poco, confiar y descansar. Podía descansar en un lugar. Entonces, de alguna manera sí, me hice sola. Tuve mucha suerte. Bueno, con los años me di cuenta de lo que muchas personas me decían: no fue suerte, estuve muy protegida por el cosmos. Y aprendí que soy hija del rigor. Hay personas que aprenden de una manera y personas que aprenden de otra. Yo, definitivamente, aprendo con el dolor. Pero eso me da la pauta también de que tengo que buscar el placer, porque el dolor va a venir porque de ese modo aprendo. Así que tengo que buscar el placer.

¿Cuándo te diste cuenta de que tenías el don de la videncia?
No sé. De chica mi vieja me ponía a curar personas. Me sentaba y me decía: “pensá en esta persona que está muy mal” y yo empezaba a bostezar y bostezar.

¿Por qué hacía eso?
Porque veía el poder en mí.

¿Y te gustaba?

Ni me gustaba ni no, me sentía bien haciéndolo. Creo que con la maternidad volví a conectarme con algo muy mágico. Con los partos me conecté con el poder de la irracionalidad, de lo visceral, de lo primitivo. Me reconecté con todo eso y también ahí empecé a entender a mi vieja, a comprenderla con todas sus limitaciones, que eran muchísimas. La maternidad me amigó con la vida.

¿A qué edad?
A los 27 años tuve a Ulises, mi primer hijo. Fue elegido. No es que me cayó; lo buscamos, era nuestro deseo. Habíamos intentado a adoptar y era muy difícil. En mi familia todas las mujeres perdían embarazos, entonces, nunca pensé que iba a quedar embarazada la primera vez que lo intentase. Quedé embarazada y empecé a pensar: el mundo es una mierda, yo soy re darki, todo da asco, pero ¿lo voy a conectar con eso al pibe? No da (se ríe). Entonces, ahí me empecé a amigar, empecé a reírme y a poder disfrutar. Y eso, acompañado con toda la experiencia del parto, me conectó de nuevo con lo intuitivo que había quedado en mi infancia. Volví a sentir un poder en mí. A los nueve meses de Ulises, empecé a trabajar como maestra en una escuela Waldorf y me cambió todo, porque era sumamente espiritual. Me di cuenta de que lo espiritual me convocaba, me llamaba, me alineaba, me gustaba, me atraía, me ordenaba y me potenciaba; era todo. Me fui de la escuela y no seguí practicando la antroposofía ni el cristianismo, pero se abrió una puerta que seguí explorando.

Al momento de parir, en el medio del dolor, ¿es posible estar conectada con tu parte espiritual?
Sí, obvio. Si no, no parís. Yo parí en casa a los tres, muy cuidada, pero sin oxitocina, sin goteo y sin institución médica. Entonces, se da el proceso natural del parto. Yo no parí en un orgasmo. Hay gente que habla de los partos orgásmicos, yo creo que deben existir, pero no fue mi caso. Mis partos fueron normales: largos, dolorosos, cansadores. El punto es que hay un momento del parto en el que no tenés que hacer nada, nada. Hay una explicación de que las hormonas se disparan y estás como en un estado como si estuvieses drogada, pero al mismo tiempo no estás para nada drogada, estás re presente y estás pariendo. No hay perdida de fuerza, pero hay un soltar, un soltar sideral. Y no hacés nada. Es una de las experiencias mas espirituales que a mí me tocó vivir.

¿No hacés nada en el sentido de que dejás que suceda?
Sí, en el momento en que parís, que el bebé sale, que lo expulsás, no hacés nada, porque es el cuerpo el que hace todo solo, no hay una mente que ordene. Hay un ser que sos vos que está simplemente transcurriendo eso. No hay una idea, no hay una opinión, es imposible que en ese momento puedas elucubrar una opinión sobre lo que esta pasando. Y cuando volvés a lo racional, a tomar consciencia, tenes un bebé en los brazos. Entonces, es super mágico, super espiritual.

Pariste los tres en tu casa, entonces, no podés comparar hospital/casa.
No, no tengo comparación con un parto institucionalizado. Siempre quise parir en casa. Yo me la pasaba en hospitales con mi vieja, con médicos. No quería darle comienzo a una vida en un lugar donde había gente enferma o se estaban muriendo. Obviamente, me informé un montón. Hay países donde existen las casas de parto, están muy cerca de los hospitales y ahí solo se va a parir. Son partos respetados, casas con una decoración divina, etcétera. Si hubiera habido acá una casa de parto, hubiera ido a una. No era caprichoso, respondía a mi historia de pasarme internando a mi vieja. No iba a parir donde había internado a mi vieja o donde se había muerto. Además de que los relatos de los partos institucionalizados son un horror.

¿Te dio miedo?
No. El parto de Ulises fue excesivamente largo, yo estaba extenuada. Las parteras estaban preocupadas, no por problemas -porque estaban todo el tiempo escuchando y el bebé estaba bien-, sino porque veían que yo estaba agotada. Hacía como dos días que estaba en trabajo de parto y en un momento una me dijo: "si a las 8 no parís, te vas a la clínica”. Bueno, ocho menos diez nació. Después el comentario era: “Te hubiéramos dicho eso a las 4”. (Risas).

Hija del rigor.

Sí, total, yo soy así. A Ricardo le decía: “yo no voy a ir a una clínica”. Y eso se lo agradezco al cosmos, porque conozco muchas amigas que al final tuvieron que ir a la clínica. A veces en situaciones que menos mal, porque salvaron la vida del bebé. Pero yo pude darme el lujo, tuve el permiso y el regalo de hacer lo que quise. Fue increíble. Sí, super espiritual (se ríe).

En cuanto a la videncia, ¿qué información tomaste de tu mamá y cual rechazaste?
Durante mucho tiempo rechacé la videncia, rechacé ver el futuro. Es algo que me cuesta mucho. Mi vieja veía el futuro y yo veo mucho el pasado. Veo mucho tus linajes, tus antepasados, tu historia familiar. Me cuesta mucho ver el futuro y cuando lo veo, me cuesta mucho aceptarlo y transmitirlo. No está bueno rechazarlo, es como una limitación que tengo. Me hace ruido. Mi vieja veía el futuro.

Veía y te lo decía.

Sí, te lo decía sin ningún problema. Había cosas que no; si veía muerte, no. Era muy cuidadosa del otro. Pero sí, ponele: “yo veo tal tipo, te va a llamar”. A mí eso me parecía muy condicionante, la persona se iba quedar esperando que el tipo apareciera. Yo no quiero cargar con ese poder. Pero es como un mambo que tengo, no lo resuelvo bien. Mi vieja quiso enseñarme grafología y lectura de manos, y no lo consiguió por miles de motivos: no pegamos onda, se perdió el interés, se enfermó mucho. Entonces, por mucho tiempo pensé que no había aprendido nada de ella. Y hoy me doy cuenta de que sí. Por ejemplo, escribo el nombre de una persona y empiezo a ver cosas. Eso me lo transmitió mi vieja. También, el cuidado a la persona. Una no dice cualquier cosa, no dice todo lo que le viene. Una dice lo que piensa que no le va a hacer mal a la persona. Porque quién soy yo..

(Interrumpe su hijo mayor para pedir algo para comer. Se suman lxs otros dos. Se llevan algo y continuamos).


Mi vieja era más cuidadosa con la gente que le consultaba que con la gente cercana. Yo trato de ser cuidadosa de todos, pero aprendí de ella a cuidar a quienes me consultan.



¿Por qué elegiste las Runas como oráculo?
Mi vieja me transmitió el miedo al Tarot. Igual ella era muy categórica. Me decía (imita con voz dramática) “¡el tarot no!”, entonces, el tarot no (se ríe). Hoy permito que una sola persona me tire el Tarot, que es mi amiga Verónica Muzzio. Yo tiraba el I ching, pero cuando conocí las runas, las elegí. Tienen una conexión y una simbología con la naturaleza que yo tuve siempre. También, una veneración a la energía femenina y una falta de miedo. Son originarias de pueblos que tienen un sentimiento de comunidad y hay de verdad una falta importante de ego. Es el aquí y el ahora, es lo que necesita la comunidad y se hace lo que hay que hacer. Por supuesto que hay orgullo y ego, pero es un orgullo que tiene que ver con la lealtad a la comunidad a la que pertenecen. A mí me rompió la cabeza, me pareció alucinante. Es como otra forma de ver las cosas, no tan categórico, no hay nada que esté bien o mal.

¿Cuál es tu creencia de lo que pasa después de la muerte?

¿Importa? Yo creo en la reencarnación. Pero es una elección. Creo en eso, pero podría creer en otra cosa. Es medio del terreno de las opiniones.

Sí, obvio, son preguntas sobre tus opiniones.

Bueno, yo creo en la reencarnación, me parece que tiene sentido. Me gusta pensar que todos nos vamos encontrando en todas las vidas que tenemos, en diferentes roles. Y me gusta pensar en el aprendizaje, en que realmente podemos ir aprendiendo lo que tenemos que aprender para evolucionar y ser libres.

¿Y por qué pensás que hay gente que puede percibir más cosas que otra?
Mi vieja me decía algo que es genial y que es lo que te dice la gente que sabe mucho sobre alguna disciplina: “con práctica cualquiera puede ver lo que veo yo”. Ella en los años 60 estuvo en una sociedad de telepatía. Se daban mensajes a través de habitaciones, movían elementos. Entonces, es cuestión de práctica. Lo que pasa es que yo a esa práctica lo que le sumo es creencia. La confianza en eso, la fe. Si vos practicás mucho, pero en ningún momento pensás que lo vas a lograr, no, no lo vas a lograr. Después creo que hay virtuosos, como en todo. Pero me parece que la gente no virtuosa puede llegar al mismo lugar que la virtuosa si tiene práctica y fe en eso. Hay gente que es virtuosa en algo y no se dedica a eso. Eso no me queda claro de lo virtuoso, del tema de los dones. Puede servir o puede no servir para nada. En el fondo, está siempre la decisión de uno. Y está lo que uno cree.

¿Para vos cada una de las personas del mundo tiene su misión, su camino o lo va armando? La típica: ¿existe el destino?
Yo siento que cada persona va armando su camino, pero hay cuestiones que tenés que aprender para poder evolucionar. Entonces, vos podés rechazar lo que tenés que aprender —que venís teniendo que aprender desde vidas anteriores—, pero se presenta siempre de alguna manera. Lo rechazás y vuelve. Hay un norte que a cada uno le corresponde, no sé si es un destino fijo. Si vos tenés que aprender a servir, podés elegir caminos distintos: ser docente, médica, ama de casa, etcétera.

Al abrir los Registros Akáshicos: ¿cómo sabés diferenciar tu voz de la de los maestros de la persona consultante?
Porque la oigo.

Oís una voz, directamente.

Sí, y veo. Ahí está la confianza igual, eh, porque al principio cuando abría registros pensaba: no, esto es de la película que vi ayer, esto es de la novela que estoy leyendo. Y en un momento empecé a confiar y a soltar. A la vez, siempre está la persona consultante que te lo legitima y que termina de cerrar la explicación. Me baja mucha información y la digo y ni sé qué estoy diciendo. Las Runas, en cambio, forman un sistema que ordena la información. Pero con los registros es ser un canal. Para el ego es una situación medio rara. Yo estoy ahí, consciente, no es como un médium que es canal y luego no recuerda qué pasó. Yo tengo que estar luchando con qué es esto, de dónde viene, esto es mío, esto no.

Sos como una traductora.


De alguna manera, sí. Pero veo, huelo, siento en el cuerpo, escucho.

¿Para qué sirve preguntar en una sesión sobre vidas pasadas?
Cuando uno pregunta sobre vidas pasadas lo que aparece es siempre lo que tiene que ver con el presente. Entonces, creo que sirve para comprender el presente. Es mentira que preguntás y aparece información de cualquier vida pasada. Todas tus experiencias se conectan de alguna manera. A algunas vidas ya las soltaste y aprendiste todo, ya no importan. Pero la gente no lo pregunta para eso, pregunta de curiosidad. No está mal. Yo no pregunto eso, pero creo que porque tengo un ego tonto que me lo impide, porque a mí también me gustaría saber que fui antes (risas). Pero el valor está en poder entender el presente.

Cosas que pasaron en una vida anterior y las repetís en esta vida.

Claro, incluso cosas que hiciste y que te sirve tenerlas presente para ayudarte ahora. Depende.

¿Y venimos con el mismo círculo de personas?

Ah, eso a mí me gusta creerlo, no sé. Lo saqué de algún lado, no sé de dónde. Igual tengo una limitación para leer cosas místicas. Yo leo de todo. Una vez por año vacío la biblioteca. Regalo todo, salvo lo que quiero releer. El punto es que leo de todo, pero nunca lecturas metafísicas y místicas. Me aburre, me peleo, discuto. Recién hace dos años estoy entrando al ambiente místico y nutriéndome con gente que me gusta. Yo soy muy de barrio y muy estatal. Esa cosa de “yo soy un ser de luz” me genera violencia. ¿Te envolvés en lucecitas como un arbolito? ¿De qué me hablás? (Risas). También trabajo la violencia que me genera eso, sí, pero lo trabajo alejándome. No me interesa bancarme al ser de luz que se piensa que realmente evolucionó, que está en otra dimensión y que desde ahí me habla. ¡Estás re loco! ¡Vas al baño y te tomás el colectivo! Recién hace dos años empecé a conocer gente del ambiente místico que se hace cargo de que está en la tierra, que acepta su costado oscuro y sus miserias. Cuando era chica iba a los ambientes místicos con mi mamá y ella se cagaba de la risa. Me decía: “vamos a ir a un lugar donde hay todos seres evolucionados”. Ese ambiente me generó mucho rechazo. Uno está en este plano y, si no te das cuenta de eso, vas muerto.

¿Las armonizaciones para qué sirven?
Para alinear la energía de los siete chakras principales, para extraer cuestiones que estén pegadas en el campo áurico y para hacer cortes, incluso con personas o cuestiones. Sirve para volver a sentir tu propia energía, para volver a conectar con vos. Pero en cada persona es diferente. Hay gente que la flashea solo porque no estaba hace meses o años media hora acostada, despierta y relajándose. Al principio eso me hacía sentir una estafadora. Y después dije: no, está bien, yo estoy acá media hora intencionándola, echando energía y haciendo todo un trabajo. Hay personas que conectan más. En un momento yo tenía la necesidad de entender por qué las personas elegían venir conmigo. No todo el mundo va a todos lados. Y yo creo que tiene que ver con la energía de la madre. Yo a veces veo que en las armonizaciones se entregan como un bebé se entrega a la madre. Otras personas utilizan la armonizaciones y a mí como una especie de portal y se conectan con otra cosa, pero son las menos. La mayoría son personas que podrían tener una armonización conmigo o podrían ser acunadas y abrazadas durante media hora y el efecto sería el mismo. Creo que es válido, porque el efecto de un abrazo amoroso a veces es armonizador y sanador. Hay personas que lo necesitan más que otras. Pero sirve para volver a uno mismo, definitivamente.

¿Te cambió la visión que tenías de las personas al atender en el consultorio?

Sí. No, mentira, me cambió desde antes y por eso empecé a atender gente en el consultorio. La vida y la edad me cambiaron la forma de ver a las personas. Hice meditación zen, me acerqué al budismo, hice mucho yoga, siempre estudié. Lo alucinante de estudiar no es solo el conocimiento nuevo, sino que estás rodeada de gente por azar. Yo soy medio esteparia, nunca me anoté con una amiga a estudiar algo. En ese sentido, con los diferentes lugares que transité, entendí que todos somos diferentes, pero todos sufrimos por lo mismo y queremos lo mismo. Es verdad lo que dice el budismo de que todos queremos evitar el dolor. Eso fue determinante para perder el miedo y lanzarme a atender personas en lo individual. Las personas son diferentes en sus matrices de aprendizaje, en sus experiencias, en todas las encarnaciones, entonces, es diferente la manera en que eligen y resuelven. Pero siempre están tratando de evitar el dolor y hay patrones que se dan con relación al ego y a la culpa. Es un camino hacia la compasión. A la compasión bien entendida, a compartir la pasión del otro, no la lástima. La lástima es una mierda. Cuando siento lástima por alguien, me alejo. Es algo que me avergüenza y no puede traer nada bueno. Sí me pasa lo de la compasión. Vienen personas hipócritas, egoístas, superfluas, pero están intentando lo que intentamos todos, somos iguales en algún punto. Entender que el dolor de cada uno es el dolor más doloroso. Conscientemente, vos podés saber o pensar que quizás la historia de tu vecina es más grave que la tuya, pero a vos lo que te duele es tu historia. Entonces, no hay que juzgar ni medir.

Y en esto de estar cada uno sintiendo su propio dolor, ¿se puede estar para el otrx de verdad?

Sí, siempre hay forma. El punto es que creo que estar para el otro de verdad tiene que ver con no poner los objetivos de uno en el otro. No tengo un objetivo puesto en vos, no quiero que vos te des cuenta de algo o cambies algo o estés de alguna manera. Estoy con vos y te acompaño. Por eso para mí son tan importantes los amigos. Mi adolescencia —en que estuve perdida, cogía con todo el mundo, me drogaba, no identificaba que me habían violado porque era todo un desmadre, estaba borracha y hacía cosas terribles— no hubiera sido igual si la hubiera atravesado con gente que me quisiera. Capaz hubiera hecho lo mismo, no sé si hubieran podido hacer algo, pero hubiera estado acompañada por alguien que me quería. Claro que hay roles: no es lo mismo acompañar como terapeuta que como madre, amigo o referente espiritual. Cada rol tiene un sentido, pero es estar ahí.

En una entrevista dijiste que hay deseos no cumplidos que se transmiten por linaje. ¿Qué cosas te parece mejor laburarlas con un psicoanalista y qué cosas con Bioenergética?
El psicoanálisis me parece que fue alucinante en todo lo que se descubrió, compendió y buscó comprender. Me parece que es innegable que es un gran logro de la humanidad. En un punto es desde donde se desprende todo el resto. Pero se queda corto. Son épocas diferentes. No suma el lenguaje del cuerpo y ni hablar que no suma a la mujer. La mujer es el gran agujero negro en el psicoanálisis. Me parece que el tema no es Psicoanálisis sí o no, sino la importancia de sumarle el cuerpo a las terapias, de entender que nuestro cuerpo es el inconsciente, como plantea Alexander Lowen, el fundador de la Bioenergética. Y sumado a eso la parte espiritual. Estamos en un momento en que estamos cargados de conocimiento. Todos tenemos ideas formadas. En algún momento era: si tenés el conocimiento, tenés la posta. Ahora no hay ningún conocimiento que sea la posta. El tema es nosotros ponernos en el centro del meollo, mirarnos a nosotros mismos, y ahí está el cuerpo, la fe, la confianza en uno. Cuando uno tiene confianza en uno tiene confianza en algo superior. Es muy loco, pero lo sentís. Ese algo superior no sé, mi compañero te diría que es el amor en el trabajo. No importa qué es, pero es algo que vos empezás a sentir que te trasciende. Y creo que ese es el punto, por eso a mí me encanta la Bioenergética. Y por eso yo creo que la espiritualidad, que toda esta parte mágica de lo intuitivo, lo receptivo y lo sutil vale la pena. Me parece que somos todo eso. Me cuesta pensar que hoy los psicoanalistas no se sientan limitados al laburar. Es cierto que yo tengo muchos años de psicoanálisis encima. Tampoco espero que los psicoanalistas se vuelvan espirituales o que empiecen a bailar. De hecho, hay bailarines que no tienen ningún tipo de conexión consigo mismos.

¿Qué es lo que más y lo que menos te cuesta de tu rol de madre?

No sé. No me cuesta todo, porque los amo y los disfruto, pero todos los días descubro algo nuevo que me cuesta. Lo que más extraño de no ser madre es estar sola. Además, ahora están creciendo, antes no se daban cuenta de si yo me iba. Ahora cuestionan: por qué, por qué vas vos y yo no voy, yo quiero ir. Igual yo no tengo mucho rollo, les respondo: “porque quiero, porque necesito estar sola”. Con cada uno me cuesta y se me hace muy fácil algo diferente, porque cada uno trae algo diferente. Son re contra distintxs los tres. En líneas generales, lo que más me cuesta es no ser autoritaria, porque soy muy rígida. No necesito que se hagan las cosas como yo digo, sino saber cómo se van a hacer. Y eso con un niño no funciona. Eso me cuesta un montón. Con Nayla me cuesta mucho el miedo al futuro. Me preocupa la idea de saber que le puedo transmitir una idea de libertad y de placer. Me doy cuenta de que estoy tan lejos de eso, de que me da tanto miedo pensarla a ella haciendo uso de su libertad. Me da miedo pensarla en el afuera. Es una cagada. Lo voy luchando un montón. Va a Judo. Le dije: “tenés que ser una mujer guerrera”. Y el otro día me dice: “mami, ¿puedo no ir a Judo?” Le dije que no. Pero bueno, hago lo que puedo. Capaz el día de mañana me dice que la obligué a hacer Judo. No lo sé. Y con los varones me cuestan otras cosas. Lo que no me cuesta es que los disfruto, los extraño, me encanta compartir. Ahora están más grandes, pero me costó toda la etapa del juego simbólico, de tomar té, de hacer de cuenta que. Puedo cocinar con ellos o tomar té en serio, pero eso no es jugar. Puedo armar rompecabezas. Todo bien, pero yo necesito las reglas (se ríe).

¿De dónde sacaste esa idea de tener como guía la norma interna?

De las runas y de mi propia experiencia, porque me hice y zafé sola. Me queda mucho recorrido, pero hubo un momento en que miré lo que había construido y no lo podía creer. Tengo millones de errores, soy re polvorita, me re encabrono, a veces cago a pedos a mis hijos para el orto y me desbordo un montón de veces por un montón de motivos, pero yo construí mi vida. Hoy sé que la construí desde el amor con amor y eligiendo lo que quiero para mí. Mis viejos eran muy individualistas. Mi viejo es politólogo. Por ellos aprendí la idea marxista de que el trabajo transforma la realidad y de que hay que amar el trabajo. No eran marxistas, pero amaban su trabajo y me lo transmitieron. Pero la mirada sobre mí, sobre el otro y sobre acompañar al otro la aprendí sola. Y esa es una norma interna, porque mirando al otro, me miro a mí. Amando a mis hijos y mirándolos, me miro a mí.

¿Cuáles fueron los cambios más significativos en tu personalidad?

Hice un recorrido similar a miles: tratando de llamar la atención, de que alguien me diera bola, me fui haciendo mierda. Hasta que hubo un momento en que dije: bueno, nadie me va a mirar (se ríe). O sigo y me hago mierda de verdad o paro y veo qué onda, a ver qué quiero hacer. Y ahí empecé a confiar en mí y así pude confiar en los demás. Eso fue en la adolescencia, un cambio significativo. Después con la maternidad pude conectar con la alegría. Incluso antes de tener al bebe en brazos y que me sonría. Hubo un: “bueno, si mi deseo es materializar una vida, ¿qué tengo para ofrecerle a esa vida? ¿solo la versión Pink Floyd? Mmm, no está bueno”. Esas dos cosas fueron muy significativas. Y relajarme. Yo era fan de la serie Doctor House, me encantaba que decía: “la gente no cambia”. Yo decía lo mismo. Pero en un momento dije: yo cambié bocha. Me relajé. Creo que la confianza trae eso. También lo que pasa es que durante mucho tiempo estuve tapándome, careteándola, tratando de encajar, tratando de no encajar. Pero cuando empezás a confiar, te relajas y ese es un cambio genial. Todo te va para el culo igual, pero estás más relajada. (Risas).

¿Tuviste que hacer un trabajo con tu autoestima?

¿Tuve? Ya lo terminé, sí, me saqué un 10 en Autoestima (se ríe). Ojalá.

No, porque viste que hay gente que eso ya lo tiene, no es algo que tenga que laburarlo.

Ah, sí, ¿viste? Es increíble. Yo lo hago todo el tiempo. Me parece que el trabajo es comprender qué origen tiene esa falta de autoestima, si no fui mirada, por quién, en qué momento. Hacer consciente eso. Y, entonces, hay cierto vacío que se va cerrando de alguna manera, porque uno ya sabe de dónde viene. Me parece que para eso está buenísima la mente y el psicoanálisis. Porque esa no mirada de niña se aparece después en cuando mi jefe me pregunta ¿estás segura de que vas a poder? Él me lo está diciendo mientras piensa un millón de cosas y porque no quiere tener un kilombo, y yo pienso (imita un tono dramático): “me pregunto para qué mi madre me trajo al mundo”. Está buenísimo hacer consciente eso. Laburar en la autoestima tiene eso de que te saca de un lugar super aprendido. Incluso puede pasar que, si vas reconstruyendo la imagen que tenes de vos en una más positiva, te sentís y ves genial, pero la gente que te ama reclama que vuelvas al lugar de antes. Sienten miedo. Están acostumbrados a protegerte, a levantarte la autoestima. De pronto no lo necesitas y el otro ¿qué hace? El otro no es malo ni bueno, está con sus mambos, se acomodó a unos roles. Siempre está confiar, relajar, hacerse cargo. Me sirvió hacerme cargo, aunque desconfíe de la mirada que tienen los demás de mí. Es re loco. Yo tengo una imagen de una mina super insegura, tímida, gorda, vieja, que habla y dice gansadas. Y para mí fue difícil aceptar y poder decir que las personas no me devuelven eso. Me devuelven que cuando no hablo quieren que hable, que soy clara cuando explico, que está bueno lo que digo, que les encanta cómo me visto, que puedo llegar a gustar a un montón de gente. Fue difícil aceptarlo porque estaban atacando una imagen que yo tenía de mí. Creo que para los que tenemos baja autoestima el laburo es toda la vida, estamos cada vez mejor, pero no sé cuándo se acaba.

Me propone hacer un “break”, para servirles la comida a les hijes y cerveza a nosotras. Retomamos.

Tengo varias preguntas más.

Sí, como vos quieras. Yo ya me entregué.

¿Qué opinás del amor romántico y de la monogamia?
Que son el camino del sufrimiento, básicamente. El amor romántico es interesante, porque tiene sus orígenes en un estadio de la edad media que responde a las familias acomodadas, adineradas. Entonces, los matrimonios eran todos acuerdos. Quizás nacías y ya se sabía con quién te ibas a casar, por acuerdos de dinero o de poder o por solucionar algún conflicto. Tal vez no lo conocías hasta el casamiento. No había contacto. El amor romántico se iba cultivando por cartas, por canciones, por cosas que tienen que ver con una imagen idealizada. Tenías que llegar virgen al matrimonio, había algo más limitado y vedado. En algunos lugares del mundo, claro. Entonces, para mí el amor romántico está ligado a cuestiones que tienen que ver con las idealizaciones, no con lo real. No tiene nada que ver con el romanticismo. A vos te puede gustar cenar a la luz de la velas, que te pinten un grafiti enfrente de tu casa o hacerle a alguien una canción, y no por eso creer en el amor romántico. En esa cosa desesperada de que el otro tiene la llave de tu felicidad, de que tu vida siempre va a ser desdichada o incompleta si el otro no esta con vos. El otro es tu media naranja, el otro te va a rescatar. Todo eso me parece una cagada que lleva al dolor, porque es mucha energía puesta en cosas que no son reales, cuando lo real no es menos que eso. Lo real es el encuentro con el otro, es poder aflojarse y ser uno como es. El amor romántico siempre lleva a la frustración, porque el otro nunca es lo que vos pensás que va a ser. Eso es imposible. Y la monogamia lleva al sufrimiento, es una bosta. Tiene ese origen en el cuerpo de la mujer como territorio de disputa. La monogamia siempre es en relación con la mujer, no con el hombre. Socialmente hablando, el hombre no es monógamo, la mujer sí porque le pertenece al varón, los hijos son del varón. Entones, es una trampa y una mentira.

¿Por qué decís que el hombre no es monógamo y la mujer sí? Te referís a que a la mujer se le pide que lo sea.
Claro. Y me parece que la monogamia impide la elección de cada pareja. Porque una pareja puede elegir no estar con otras personas. Es como la heterosexualidad, que siempre fue algo obligatorio, y es una mierda eso. Cuando alguien dice que es una mierda no está diciendo que los heteresexuales no existen o que hay que matarlos. No es eso. Es que esta buenísimo que te permitas elegir, que te permitas dudar y volver a decidir que sí, sos heterosexual, pero porque lo elegiste. Si, sos monógama, pero es algo elegido y consensuado. Si es algo obligado, no.

Quizás sufren más con que el otro esté con otra persona, es algo más ligado al poder. Es difícil darse cuenta también de si estás eligiendo algo con libertad o si lo estás eligiendo para que el otre no haga tal o cual cosa. 

Claro, hay un camino de ver qué necesita cada uno, de charlar un montón de cosas. Me parece que, si la monogamia está hablada, está todo bien. También existen diferentes momentos en una pareja. Y tampoco la no monogamia garantiza la felicidad. Yo no creo que termines contándole a tu pareja: “no sabes con quien garché ayer, estuvo buenísimo”. Me parece que cada pareja es un mundo que se construye y que hay que hablar bien los acuerdos. Pero la monogamia es una imposición social que baja como la heterosexualidad.

¿Qué pensás que dificulta la comunicación entre hombres y mujeres? Tanto en los vínculos heterosexuales como en la lucha feminista en sí. Porque viste que hay hombres que están en el camino de repensar y tratando de entender el feminismo.
Sí, hay hombres feministas y hay mujeres machistas. Hay mujeres feministas que piensan que ninguna mujer es machista y que todas son víctimas del patriarcado. Yo difiero -como tantas otras, no soy precursora de nada-. Pero en las relaciones heterosexuales me parece que el tema de los privilegios es un gran problema. El varón tiene pánico a hacerse cargo de sus propios privilegios, tiene pánico a asumir sus propios privilegios. En ese sentido, Rita Segato -que es re polémica- tiró un par de cosas muy claras: si el hombre asume sus privilegios, lo que le queda es asumir el costo que pagó por esos privilegios. El varón le tiene pánico a todo eso. La mujer que es víctima, en algún punto, es mucho más visible en su situación. La víctima que activa y reclama por su libertad tiene un camino discursivo y de visibilización más simple que el complejo camino de hacerme cargo de mis privilegios. Este implica renunciar a mis privilegios, hacerme cargo del costo que pagué por eso y ver qué carajo me queda y qué hago. Igualmente, a mí los varones no me generan compasión, porque también digo: bueno, viejo, dale, está todo el feminismo acompañándote y abrazándote en ese proceso liberador. Ningún varón que se haga cargo de sus privilegios se va a ir a vivir a abajo de un puente sin trabajo ni comida. Me parece que es un gran problema, porque el sistema patriarcal y el sistema capitalista -que van de la mano porque se retroalimentan- están todo el tiempo atentando contra el feminismo, atentan contra aquel hombre que conecta con sus emociones o abraza su vulnerabilidad. Entonces, es difícil. Creo que lo de los privilegios es una de las cosas más complicadas, porque el privilegio es el poder y es la moneda de cambio. Yo, hombre: tengo privilegios que no asumo como privilegios, sino como condiciones naturales que dios y la madre tierra me otorgaron. Así que yo tengo más poder que vos, tengo más posibilidades de cambio que vos. Entonces, no me doy cuenta porque no lo digo así, pero, por ejemplo, tus orgasmos son míos y yo quiero lo mejor para vos. ¿Por qué te pones loca? Yo estoy acá, cuidándote. Yo te digo qué es lo mejor porque te quiero, ¿por qué te pones así? (risas). Los privilegios llevan a todo, llevan a una forma de amor, una forma de cuidado. El hombre que no asume sus privilegios te ama y te cuida, pero no te pregunta qué necesitas.

Te estas cuestionando ahora algo puntual en cuanto al movimiento feminista
Sí, un montón de cosas igual, pero sí. Ahora se está dando una discusión muy interesante —de la que no estoy pudiendo participar como quisiera porque tengo tres trabajos (se ríe) — la de los escraches. El otro día fui con una amiga al Gaumont a ver un documental que te recomiendo: El silencio es un cuerpo que cae. Salí diciéndole a mi amiga: esto está buenísimo porque toda esta marea verde feminista, estos pibes y pibas del colectivo LGTB piensan en algún punto que ellos abrieron una puerta y realmente no tienen consciencia, son muy jóvenes. Yo estoy sumamente agradecida por todo lo que está pasando. Pienso en mi adolescencia y me cuesta mucho perdonármela y pienso en estas pibas cuando recuerden su adolescencia y son aviones. Es todo perfecto, pero tienen un enojo y una capacidad de juzgar y una rigidez que asusta. Que vos decís: bueno, pará, ¿en serio tenés que juzgar la vida personal de la gente de esa manera? Cómo se es gay, cómo se es cis. Pará. Eso ojalá se quedara en la adolescencia. Si se correspondiese a una franja etaria, me cago de la risa, pero yo veo que se juzga mucho. Te dicen: “¿vos te llenás la boca hablando de esto y estás con un hombre hace 15 años y tenés tres hijos?” De hecho, el movimiento bisexual todavía no consigue una visualización política real. Los gays y las lesbianas todavía siguen acusando a los bisexuales de que no se deciden. Hay como una necesidad de encasillar al otro y ponerlo en el error, que eso es algo que le critico mucho al feminismo. Lo que decía Simone de Beauvoir de que el feminismo es una manera muy individual y personal de vivir la vida de manera colectiva. Entonces, en la colectiva discutamos qué hacer, cuáles son las necesidades por las que tenemos que reclamar y defendernos, pero en la individualidad qué te importa. ¿Qué te importa lo que yo hago cuando me voy a mi casa? ¡Qué te importa lo que yo hago en mi cama si no lo estoy haciendo con vos! Hay una lupa sobre la cama de todos, es desesperante. Y en el documental se ve lo que era ser gay o ser lesbiana en los 70. Miraba el documental y me acordaba de mi tío gay de La Matanza, de mi primo trava de Mataderos. No era mi prima, sino mi primo. Se vivía mal, era mucho sufrimiento, requería muchísima valentía. Y ahora parece como que si no tenes apertura, sos un gil y, si tenes apertura, tenes que tener un tipo de apertura, si no sos un gil igual. Me he sentido juzgada por trabajar en la ESI, decir que soy bisexual, estar en una pareja heterosexual y tener 3 hijos. Ahora me la chupan, pero en su momento me angustié mucho. Porque te juzgan todo. Aparte todo esto tiene el límite de la General Paz. Encima pensamos que es un movimiento nacional que acaba con… ¿que acaba con qué? Yo voy a Florencio Varela o a Gonzalez Catán y sigue pasando lo mismo de siempre. Igual vos me preguntaste qué criticaba, pero yo básicamente estoy muy agradecida y encantada. Veía en el cine a la gente muy joven, que era mayoría, y me preguntaba: estos qué estarán pensando, ¿no? En qué pensarán que tienen que encajar. Debe ser difícil para la juventud.

¿Qué cosas pensás que pueden ayudar a despertar?

Meditar. Lo groso es que hay veinte millones de tipos de meditación. Si probaras cada año una forma distinta para encontrar la que te copa, te pasarías la vida meditando. Es genial.

¿Qué tipos de meditación hay?

Hay meditaciones en movimiento, guiadas, artísticas, austeras o de silencio e inmovilidad. Es la misma crítica que le hago al feminismo: porque una dice meditar y es “ay, qué hija de puta, me mandó a sentarme 40 minutos”. No. Podés barrer y estar meditando. Meditar es estar en el presente. A algunos los ayuda pintar, tejer, bailar, cocinar, estar sentado, respirar o correr, pero estar en el presente y esforzarse. Porque sí es un esfuerzo meditar, es esforzarse en alejar la mente. Si uno hiciese eso 5 minutos por día, estoy segura de que ayudaría a despertar. Después serán 10, 20. Por ahí después llega un momento en que es el tiempo que necesites cada día. Meditar también es escuchar música apoyándote en el sonido y no pensando en nada. Es genial. Eso ayuda a despertar.

Lograr sacar la mente.

Sí, lleva práctica, constancia. Todo requiere voluntad, porque todo requiere compromiso si es genuino. Es un compromiso con vos, que es el que más cuesta. Hay gente que prefiere casarse con el otro antes que ponerse a meditar 5 minutos por día. Yo lo entiendo, porque aparentemente es más fácil comprometerse con el otro que con uno. Y después está seguir el deseo. Estoy terminando de leer La historia interminable. La película La historia sin fin es la mitad de este libro. Hay una parte donde Bastian está encerrado en el laberinto de las mil puertas, de donde solo puede salir siguiendo su deseo. Y, cuando entra, dice: ah, esto es muy fácil. Entonces, hay un personaje -La Muerte de Mil Fuegos, un león- que le dice: “no, es lo más difícil que te toca resolver en la vida”. Y ahí está Bastian, atravesando miles de puertas, preguntándose cuál es su deseo. Me parece que cuando uno medita -de la manera que sea- y está en el presente, se despierta y aleja la mente para que aparezca algo no se sabe qué es, pero seguramente sea el propio deseo. Me parece que es por ahí, que no es un camino fijo, no hay una sola manera. Hay atletas que son grandes meditadores. Otros no, toman dorgas y se van a correr.

Última: ¿qué te preguntás y aún no lográs responderte?
(Piensa un momento). Por qué sigo teniendo miedo. Eso me vengo preguntando últimamente. Me avergüenza, pero lo voy a decir: a veces me parece que entiendo todo y que no sirve de nada. Lo hablo mucho en terapia; sí, entiendo todo, pero es como correr en manteca, estoy en el mismo lugar. A mí se me aparece mucho el tema de los miedos. Esa sensación de estar atravesando el miedo y, cuando te das cuenta, lo tenés adelante ¡y ni siquiera te acercaste! (Risas). ¡¿Por qué!? A mí no me preocupa tanto para qué vine o cuál es mi misión. Por ejemplo, este momento me parece divino, genial, puro ego, pero la verdad es que cuando lea la entrevista -si la escribís, si te parece interesante- voy a decir: soy una pelotuda, estoy hablando un montón de cosas que no hago ni mierda, que me cuestan un huevo (risas). Hay días que me miro amorosamente y me doy cuenta de que atravesé un montón de miedos. No mentí en esta entrevista, no inventé, pero esa es mi pregunta: por qué a veces tengo esa sensación de que no puedo atravesar mis miedos. Me paralizan en mi camino hacia mi propio deseo y entiendo de dónde vienen, cómo se gestaron, quién les dio peso, cómo les di lugar y, sin embargo, no consigo cavarlos, atravesarlos y que se vayan. Sigo alejándome de mi propio deseo. Y también siento esa pregunta: ¿qué pasa con la comprensión? La comprensión es más que el entendimiento. Entiendo todo y, sin embargo, sigo sin comprender. Me gustaría comprender. Hay un poco de confianza igual. Miro hacia atrás y estoy orgullosa. Ese también fue un aprendizaje: sentir orgullo. Aprender que el orgullo no es ego, que está bueno el reconocimiento a lo que hice. ¿Por qué siempre voy a estar buscando el reconocimiento de los demás y no me voy a reconocer yo? Así que, aunque a veces sienta que no avanzo, hay un grado de confianza. Tal vez avance de una manera casi imperceptible, pero confío. Es un acto de fe.

jueves, 9 de mayo de 2019

ENTREVISTA A DAIANA LEONELLI

El camino noble


“¿Cómo hacemos todos los días para no romper todo?”

Hace tiempo que quería entrevistar a Daiana, pero al escucharla me frenaba un pensamiento: para qué si en sus canciones aparecen todas las respuestas. Es que en su disco Todo como es logra su cometido: ser genuina y expresar con soltura lo que siente y piensa. Sin embargo, continuaron mis ganas de hacerle preguntas y profundizar. Creo que intuía que iba a encontrar lo que finalmente encontré; una artista lúcida y encantadora, sin una pizca de esnobismo ni solemnidad. 

Podría explayarme sobre la previa, pero solo diré que al llegar a su casa ella no paró de presentarme la situación en la que estaba: convive con su familia que hacía media hora había salido de viajeen una casa particular porque, por ejemplo, su habitación actual se conecta sin puerta a la cocina-. Por más que me esmeré en mirar alrededor, no pude más que mirarla a ella. Como un imán, me atraía observarla hacer y decir. Preparó el mate tarea que confesó no hacer casi nunca, así como que era raro que alguien visitara su hogar, me ofreció fruta y nos sentamos junto a la mesa a construir esta larga y relajada entrevista.

¿Qué conservás y qué dejaste atrás de la infancia y de la adolescencia?
Wow. (Piensa un momento). Creo que conservo un montón de cosas del ser niña. Básicamente, la intensidad para los dos lados. Soy muy sensible para lo que es una mierda —nivel berrinche: “¿cómo puede ser que esto sea así? ¡no voy a salir nunca más de mi casa!”—, y también las cosas lindas me parecen un milagro. Sin connotación religiosa, más bien un ¿cómo puede ser que esto sea tan bueno?! Los perros, por ejemplo: ¿quién los inventó?! ¿Cómo que es la misma persona que inventó las 11 horas de trabajo? (Risas). Siento que sigo siendo la misma niña, solo que con una especie de armadura adulta que hay que construir arriba de eso, pero eso sigue estando re presente. De hecho, veo dibujitos animados todo el tiempo. Como que mi jornada no cambió nada, a lo sumo le fui agregando las cosas que hay que hacer para ser independiente o simularlo. En la adolescencia estuve bastante perdida. Recién a los 16 años empecé a descubrir la música, porque en mi casa no se escuchaba. Me la mostraron mis compañeras en la secundaria y me pareció una cosa increíble. Empecé a sentir que había alguna razón para levantarme y hacer cosas más allá de la que me decían mis padres, que era: “Tenés que estudiar” “¿Y después?” “Estudiás un poco más” “¿Y después?” “Trabajás de lo que estudiaste, idealmente” ”Y, ¿entonces?” “Ganás dinero” ”Ah, ¿y qué haces con eso?” ”Ser alguien” “Ah, no entiendo nada”. Así que por suerte perdí esa sensación de vacío que tuve al principio de mi adolescencia. Fue una especie de transición. Entonces, creo que no mantuve casi nada. De hecho, estuve un tiempo muy de joda, como que me estuve buscando, pero no era para nada yo. Me gusta tener tres cosas y estar todo el tiempo aferrada a ellas. (Toma el primer mate) Ah, no está tan mal esto que hice.

Pensando en la forma de ser de tu entorno familiar, ¿en qué sentís que te complicó la existencia y en qué te la facilitó?
Me la complicó porque me pasaron muy directamente el miedo a lo que puedan pensar los otros. Es una familia muy unida, pero no en una forma en la que decís: “eh, vas a lograr todo lo que vos quieras lograr”, si no como: “no nos podemos separar porque el mundo nos comerá”. En eso me complicó bastante la existencia porque el chip del que parto para relacionarme con el mundo es: ay, me van a hacer daño y juzgar, van a pensar que soy esto que no soy, van a desear que yo sea otra cosa o me van a abandonar. Eso es difícil y hay que aprender a salirse de eso. En un momento ya no podés decir: “me lo enchufaron mis padres”. No, es tu responsabilidad si lo seguís haciendo, sobre todo si ya lo identificaste. Pero inicialmente aparece ese bichito de “¡Va a estar todo mal! ¡El mundo te va a hacer mierda!”. ¿Y en qué me facilitó la existencia? Supongo que la contracara de eso: saber que hay algunas cosas y personas con las que siempre voy a poder contar y querer ser eso para algunas personas que hay en mi vida, amigues, pareja o lo que sea. Creo que soy confiable. Ah, eso: la honestidad. No se miente acá. Por ahí decís una verdad que es una mierda y te odian un rato, pero siguen prefiriendo eso, siguen prefiriendo odiarte un rato por algo que es verdad.

¿Sos hija única?
No, tengo una hermana más grande que yo, tiene 28 años. Mi hermana es discapacitada y la mayor parte de la historia de mi familia dio un vuelco cuando nació. Creo que es un poco por eso que las cosas son como son ahora en mi casa, tan de “no hay otra forma” o “no queremos hacer ningún cambio drástico, no nos podemos mudar”. Mis padres se separaron hace años y nunca dejaron de vivir juntos. Está esa cosa de “no nos podemos despegar, tenemos que estar juntos porque tu hermana tal cosa”. Y mi hermana por ahí habría sido un montón de cosas más de las que le permitieron ser al recordarle todo el tiempo que ella tenía algo diferente, al recordárselo como algo negativo, pero que ni siquiera es que ellos estaban diciendo que era algo negativo, sino que al evitar tanto el tema lo cargás de una cosa. Estaría bueno que hubiéramos hecho chistes con eso, no sé, pero se generó todo un miedo que te paraliza. Eso es lo que le pasa a gran parte de mi familia.

¿Y vos creés que eso lo podés hacer distinto, o sea, como parte de la familia?
Y, tratamos. Trato de ayudarlos y ellos tratan de ayudarme también a mí cuando me pasa, porque es como una clase de síntoma que viene con la casa, yo no sé qué onda. A veces no sé si yo se lo contagio a ellos o ellos me lo contagian a mí, se me empieza a mezclar todo.

¿Siempre vivieron acá?
Sí. En algún momento nos mudamos porque estaban arreglando la casa, pero volvimos. Igual siempre se rompe. No sé si eso es algo que suele pasar en las casas y la gente suele poder arreglarlo más, pero en un momento empezó como una decadencia que ya no se pudo contener.

¿Le tenés cariño a la casa?
Creo que no. No.

En una entrevista, dijiste que tu proyecto Perdóname Rita venía de un “perdoname, guitarrita, por lo que estoy haciendo”. Si ya desde el inicio no te representaba, ¿qué fue lo que te impulsó a terminarlo, dejar el seudónimo y empezar a usar tu nombre?
Bueno, aparece de nuevo la mirada del otro. Yo empecé jodiendo con eso y descubrí que podía pararme frente a personas y cantar cosas. Esa parte estaba buenísima, la recepción de la gente estaba buenísima y empecé a sentir que algo de eso era lo que yo quería hacer a largo plazo. Pero, por otro lado, no me enorgullecía lo que estaba cantando, me parecía cada vez más que estaba mal. Empecé a formarme una idea de lo que es la responsabilidad que tenés cuando estás en un escenario. La gente va a cantar tu letra y vos decís “quizás no la está pensando”, pero en alguna parte de su cerebro está procesando y guardando esa información, y no está bueno. Es una responsabilidad el escenario y hay que estar a la altura. Además te debes una sinceridad vos como compositor; no podés subirte a boludear todo el tiempo. Tenés que sentir que hay algo más atrás de eso, ¿no? No digo que esté mal hacer un chiste, digo que en general los chistes tienen que contener algo más. Entonces, se me fue aclarando la idea y empecé a charlar con compañeros. Alguna vez antes de salir a escena en el Pacha le pregunté a Ale Berón: “¿Qué se hace? No quiero salir a tocar, de golpe siento que no quiero cantar estas canciones”. Y él, ay, no recuerdo las palabras exactas, me dijo como que si no me gustaba, que no lo hiciera más, pero que, si me subía a tocar, quizás sentía que sí era eso lo que quería hacer y que lo anterior solo habían sido nervios. La gilada de “seguí tu corazón” que al final es verdad. Y, bueno, me fui dando cuenta de que eso no era lo que quería hacer. En el medio de toda esa decisión, Nahuel Briones me propuso que grabáramos el disco. Él y Carolina Basso lo produjeron todo, se mandaron un re lindo sonido, pero de golpe ya salió eso y dije: “no lo quiero hacer más”. Horrible. Y lo dejé por completo, pero yo quería seguir tocando, entonces tuve que empezar de cero a construir otra identidad. En el medio de eso había mucha gente que me decía: “ay, si vas a volver a hacer lo de Rita” o “¡Eso era lo que vos sos!”, como “¿qué te pensás que podés hacer otra cosa?”

“¿Qué te pensás que vos sabés lo que sos? ¡Yo sé!”
Claro, “¡yo te escuché y parecía sincero!”. Bueno, no sé (Risas).

¿Cómo es tu vínculo con tu voz y con el resto de tu cuerpo como instrumento para desenvolverte en el escenario?

Es el momento en el que más quiero a mi voz y a mi cuerpo, en el que más me quiero a mí en general. Pero pensando a mi cuerpo como medio físico para poder hacer eso: siento que me paro más derecha, estoy más presente, ocupo bien el espacio en el que estoy y me puedo soltar. En general, soy una persona muy calculadora, mental y perseguida, y todos los movimientos de mi cuerpo los estoy pensando un montón, todos se sienten re raros, “¿por qué cuando camino muevo un brazo de un lado y la pierna del otro lado?” o “todo el mundo me está mirando que camino mal o que troto raro”. En el escenario no pienso nada de eso. De hecho, no pienso nada; no tengo alergia ni asma, no tengo ningún problema, está todo bien. Y mi voz siempre acompañó, es muy confiable. Algunas veces tuve ataques de quedarme sin voz los días anteriores, pero en ese momento no me falló. Eso está bueno, es… es un lugar seguro.

Leo en tus redes sociales que mencionás mucho esto de los “lugares seguros”. Te da tranquilidad encontrarlos y detectarlos. Marcás cuáles son las cosas que te hacen sentir bien.
Sí.

Son lugares donde no hay peligro.

Claro, es como tocar casa. La vida es como estar todo el tiempo jugando a la mancha. Cuando estás en los lugares seguros, no te toca nada. Me encanta identificarlos y sentir que, si está todo mal, puedo recurrir a ellos, como que nunca se va a terminar de derrumbar todo porque tengo esas cositas.

¿Qué otras cosas de esas detectaste?
Están mis amigues, que mantengo hace muchos años por la persistencia de nuestro vínculo y porque siento que soy una mejor versión de mí cuando estoy con ellos. Esa constancia desde hace diez años —por ejemplo, con un par de amigos con los que jugamos juegos de mesa— significa que siempre fue mi decisión. En los lugares seguros no está el “debería”. Yo tengo muy separados los terrenos del “debería” y del “me gustaría”. Sé que, si algo persiste tantos años en el tiempo, es porque es mío. Me gustan esas cosas que son mías, que me hacen bien a mí, que no es que alguien me las metió en la cabeza o que solo ocurrieron; yo las fui a buscar y las elegí cada día. Eso me pasa con mis amigos y ahora también con el deporte: hace como tres años que hago Roller Derby. Lo que tiene —además de que me gusta mucho patinar— es que es un deporte muy de autogestión y se forma como una familia. Es un re lugar seguro porque además te saca de tu cabeza. Como pasa con lo que sea que te gusta: te hace no pensar demasiado un rato o por lo menos no pensar las cosas negativas, las que te enredan el pelo, no, al pedo. “Enredar pelo”, está bien el fallido, lo entendí (Risas).

¿Qué sería lo inseguro?
Es donde sabés que nadie te está cuidando, que te tenés que cuidar sola. En realidad, eso no es algo malo, no podés estar todo el tiempo ni en un lugar seguro ni en uno inseguro. En el lugar seguro te relajás, pero no hacés nada nuevo; en el inseguro, en lo desconocido, además de estar lo peligroso están las oportunidades. Así que cada tanto tenés que ir al lugar inseguro. Sería, por ejemplo: “che, voy a dejar Perdóname Rita y a hacer todas canciones nuevas” “Ah, no sé si confío en eso, a ver, demostralo”. Bueno, lugar inseguro, pero necesario para construir otro lugar seguro y qué se yo. No sé si me estoy enredando mucho en las respuestas.

No, para nada. Una de las cosas que contaste fue que tu intención es decir cosas, entonces, te ocupás más de crear las letras, y la música se la dejás a tu banda. O eso entendí.
Un poco sí, es verdad. No sé si es una elección —como un montón de cosas— es más que me pasa así. Me paso todo el día escribiendo y, cuando voy a hacer una canción, busco algunos acordes que más o menos se sientan como lo que quiero decir. Todo es muy abstracto, no lo puedo justificar porque tampoco tengo demasiados conocimientos técnicos en la música. Eso es algo que tengo que trabajar.

¿Tenés que o te interesaría?

Buena pregunta (Risas). Un poco de ambas con un poquito de “me da miedo”. Me da miedo verle los hilos a la música y que deje de tener magia. O me dan miedo boludeces que serían superadas ampliamente por el beneficio que yo tendría estudiando de verdad, porque estudié un poco de música, pero no lo suficiente de armonía, y estaría re bueno. Me lo debo a mí y se lo debo a la gente que me escucha; si no van a escuchar siempre lo mismo. ¿Qué estaba contestando? Me olvidé.

Esto de que… Ahre que yo también me cuelgo (Risas). Ah, que de la música se ocupan más tus músicos que vos.

Ah! Sí, yo llevo una canción con la idea de la letra armada, con una base de acordes y algunas nociones de cómo quiero que suene, cómo quiero que se sienta. Pero después los chicos son los que trabajan todo, cada uno sus arreglos, y yo en general no quiero cambiar nada porque está todo buenísimo.

Sentís que entienden para dónde querías ir, por más que te propongan algo diferente.

Sí, lo que suman me aleja de mí, pero va hacia un lugar copado. Todos tienen una identidad muy propia, me re gusta lo que hacen y ni siquiera fue súper consciente eso cuando los llamé para que estuvieran en la banda. Muy pocas veces pasa algo así en la vida, como que de casualidad justo salió re bien.

Pero pensaste en cada uno.


Sí, pero más porque nos llevábamos bien y porque me gustaba verlos tocar. No sabía que iba a funcionar tan bien como banda. Cuando tocamos no me tengo que preocupar por nada de ellos, siempre van a estar bien. Igual me preocupo, pero al pedo porque sé que después va a estar todo bien.

De tu disco Todo como es, ¿hay alguna una parte que, cuando la cantás, pensás: “sí, tal cual” y alguna otra que digas: “uy, esto ya no”?
Siempre me mambeo con Carnavalito melancólico. Primero, en una parte dice que están comiendo tarta de atún, que me hace pensar en que qué paja que tardé tanto en ser vegetariana. Pero es algo que la gente no lo está percibiendo, me mambeo sola. Cada vez que la canto, pienso eso: “atún, comías atún”. Bueno, le re gustaba a mi ex la tarta de atún. (Risas). Y después, en otra parte de la misma canción, dice “y vos a dieta porque soltera y gorda no te la bancás”. Bueno, la primera mitad de esa frase suena re gordofóbica y la segunda podríamos decir que la remonta, pero tampoco, porque es re feo decirle a alguien “estás haciendo dieta porque no te la bancás”, es re negativo. Siempre que toco esa parte no me convence. Después creo que no hay ninguna más que me mal flashe. Y que diga “tal cual” (sonríe), me va pasando con distintas partes de distintos temas. Con Cucamonga me pasa, es una canción que me re lleva al momento en el que la hice. También con Igararía, eso de que la cosa es la misma entonces voy a mirarla distinto.

Es un gran recordatorio.

Sí, como que no puedo cambiar la realidad, entonces, la voy a mirar desde otro ángulo y voy a tomar la parte positiva y qué se yo. Lo que más me hace flashear es que escribía todas esas cosas antes de realmente haberlas entendido. Me parece que hay un proceso que se hace en la cosa artística que va más rápido que tu tiempo de realmente procesarlo y empezar a hacerlo. Ahora estoy con las canciones del disco nuevo y siento que estoy cantando cosas de las que todavía no me cayó realmente la ficha. Y, por un lado, es como wow, re flashero, tengo todo este conocimiento que yo no sabía y, por otro lado, ¿a quién le bajás línea si vos no sos evolucionada para nada? Pero, bueno, es como dice mi viejo: “haz lo que yo digo, mas no lo que yo hago”. Como “voy a ser un desastre, pero capaz en mi discurso hay alguna verdad” (Risas). Es como todo una gran terapia también. Hago canciones para recordarme cosas que quiero implementar y a veces yo también fallo un toque con lo que estoy diciendo, no sé.

Pero igual está bien, ¿o no?
Sí, obvio, a veces recaés. Es así. Lo más importante, en realidad, es volverse a levantar.



Cuándo trabajabas en la librería, recomendabas lecturas.
Sí, era lo más divertido.

Quería preguntarte sobre eso, ¿cómo te sentías en el rol de recomendarle a otra persona qué leer?
Con recomendar flashié un montón. Es algo muy difícil de hacer. De hecho, no sé si se puede hacer bien porque no conocés a la persona que entra. Lo mejor es cuando te piden una recomendación para ellos mismos, porque podés hacerle algunas preguntas que te lleven a lo que quieren. Hay gente que sabe expresarlo muy bien, como “quiero que sea gracioso pero sensible, también inteligente y re ficción, que no tenga nada de realidad, y me gustan tales autores”. Eso está buenísimo, te re guían. Pero capaz caía una señora y decía de un regalo para un niño de 8 años y no sé, te puedo decir lo que les dan en la escuela o qué nivel de conocimientos tiene para más o menos entenderlo, pero no puedo saberlo realmente, porque capaz el niño está mucho más adelantado o capaz no quiere leer o re quiere leer otro tipo de cosa que no es lo lógico, lo que la escuela le daría. Tampoco es tan lógico, pero obvio que la escuela tiene que esquematizarlo todo porque te meten seiscientos pibes y los tenés que normalizar a todos. Es que es eso: un ente normalizador. Y en el medio pasan cosas copadas, pero solo porque te ponen con gente copada de tu edad y salís a jugar al recreo. Capaz aprendés un par de cosas útiles, pero en general es todo tratar de meter gente que es muy diferente entre sí y querer sacarlos todos iguales.

Una fábrica.

Y gran parte del trabajo lo hacen los niños con el bullying, así que ya ni tenés que tratarlos mal porque se tratan mal entre ellos. ¿Qué estaba diciendo? Me fui a la mierda con lo de la escuela.

Lo de recomendar libros.

Ah sí. Recomendar para niños era muy difícil. A mí no me gustaba nada recomendar cosas que no había leído. Tenía compañeros que eran re chamuyeros, sabían más o menos de qué trataba todo porque ya habían trabajado mucho tiempo ahí. Entonces, les describían varios libros sabiendo de qué iban, pero sin saber la forma en la que estaba escrito. Para mí, si no conocés la forma en que escribe la persona, no podés realmente recomendar o no un libro. Porque yo te puedo decir exactamente la trama de un libro de Solá y la de un libro de Kurt Vonnegut, pero es re importante el tono en el que está escrito, la cantidad de comas, cuán rápido avanza la trama, cuántos párrafos puede haber sin que pase un carajo como los libros de Rejtman. Esas cosas son esenciales. Yo siempre les decía: “Según mi gusto, te recomendaría este, este y este; igual lo podés cambiar”, le buscaba los libros y le decía: “pero quedate acá y leéte dos páginas de cada uno para ver cómo se siente, porque por ahí te llevás algo por la trama y después está escrito en un tono que te parece una cagada”. Yo me vinculo así con los escritores, me gusta la forma de escribir de alguien y no me importa realmente tanto la historia que está contando.

Claro, el cómo y no el qué.

Claro, es más el cómo. Me re suma el qué, pero no es tan necesario.

¿Qué tipo de literatura elegís para vos?
Me gusta mucho la ciencia ficción. Empecé a leerla en la librería, porque vino un pibe y me recomendó algo de Philip Dick, que es muy bueno. Me copa la ciencia ficción que tiene algo medio gracioso, como que no se toma a sí misma demasiado en serio.

No es solemne.

Claro, no es solemne y no es el mismo futuro distópico en todos los libros ni criaturas demasiado aliens. También mete mucho tema de drogas y cómo se usan; hay un cuento en el que las drogas te hacen ver la realidad, todo lo demás era que te habían condicionado para ver otra cosa. Después me encanta Douglas Adams, tiene todo un universo construido en el que hay criaturas de mundos completamente distantes, que son mucho más evolucionadas en algunas cosas, pero también tienen los mismos problemas boludos que los humanos. Eso es muy gracioso, ese tipo de cosas me gustan. Y a Kurt Vonnegut lo venía leyendo hace tiempo también. Hace un poco de ciencia ficción, pero es como si fuera una novela estándar sin caer en los géneros cuadrados, con elementos de ciencia ficción. De golpe este chabón además viaja en el tiempo y también hay unas criaturas de otro planeta que, como no ven el tiempo como algo lineal, no sufren las muertes, es: “sí, murió, se está muriendo, morirá”, todo el tiempo está pasando todo a la vez. No sentís que es ciencia ficción. Lo que tienen los géneros es que te dicen con seguridad “bajo esta etiqueta están tal y tal elementos. ¿Es una novela romántica?, bueno, en un momento cogen, en un momento se enamoran y esto es medio trágico, ¿es policial? va a haber una muerte y alguien que resuelva el misterio”. A mí no me gusta saber tan precisamente con lo que me voy a encontrar. Pero hay algunos autores dentro de los géneros que son increíbles. Es muy difícil decir con certeza algo sobre recomendar libros, porque lo ideal es que los vayas encontrando misteriosamente, como cuando un amigo te presta uno o lo encontrás en una mesa de ofertas en una librería. Es mejor eso que lo que te puede decir un librero que no te conoce.

Esta es una pregunta con muchas preguntas adentro: ¿Cómo sos escuchando música? ¿Según tu ánimo? ¿Escuchás discos enteros o no? ¿Curioseás o te quedás siempre con lo mismo? ¿Vas más por la letra o por la música?
Me gusta una amplia variedad de cosas en la música. Es verdad que en general voy mucho por las letras. De hecho, no me importa si la música es súper compleja o re simple ni si el artista se redunda o si tal disco suena igual al anterior. Esas cosas no me interesan. Pienso que una persona no puede cambiar tanto en su vida como para exigirle que el disco suene diferente del anterior, que se renueve ¿Por qué se tiene que renovar? Capaz el chabón esta re cómodo, es una persona, déjalo que sea. Y me gusta encontrar cosas nuevas, me gusta cuando los algoritmos misteriosos de la internet te sugieren cosas. ¿Si curioseo? Sí, obvio. Hasta escucho discos por la tapa o por el nombre o porque los escucho nombrar en algún lado o porque alguien en la calle tiene una remera. Es increíble como tantas cosas distintas le pueden gustar a uno. Canciones que hablan de cosas re distintas o cosas de las que yo no hablaría en una canción ni en pedo y me llegan. Eso me flasha un montón, que no haya ningún método, nada claro para decir: “ah, esta canción está buena porque esto, esto y esto otro”, porque después hay otra que no tiene eso y tiene otra cosa y está re buena también. Me encanta eso, que no haya algo mejor para, no sé, que si estás triste, lo mejor que podes escuchar es Leonard Cohen. No, no. Podés escuchar algo que te tira para abajo o algo que te tira para arriba. Entonces, no tengo algo predilecto. A veces estoy triste y quiero estar triste, surfearlo tres horas, caer, caer tanto que no pueda caer más para poder levantarme. Entonces, me pongo las peores canciones, las que te hacen más mierda el cerebro. Y otras veces estoy triste, pero me da paja, entonces, me pongo algo re arriba y dejo que me lleve. El poder que tienen las canciones es increíble, te re pueden llevar a otro lado si vos te lo permitís.

¿Quiénes serían tus referentes? En lo artístico y en la vida en general. ¿Qué hacen y qué dicen que te llama la atención o te marcan un camino?
Últimamente no estoy flasheando mucho con referentes artísticos porque tengo una tendencia a querer copiar una fórmula. Pienso: ah, Juana Molina hace todo re bien, todo lo que hace me gusta, tal vez yo debería… No, vos no deberías nada. Lo único que tienen en común todos los artistas que te gustan es que son sinceros consigo mismos, con la obra que quieren hacer. Entonces, te debes a vos una sinceridad y esa sinceridad tal vez implica no tener ídolos. Sí músicos que te gusta mucho lo que hacen, pero tampoco es como decir “voy a seguir a esta persona y esto me va a llevar a buen puerto”. Pero sí estoy teniendo más referentes del entorno. O sea, de amigos. Por ejemplo, quiero ser un poco más como Ariel en que siempre está dispuesto a ayudar sin importar la situación complicada en la que él esté. O quiero ser más como Ivo que nunca tiene miedo de probar algo nuevo. Quiero ser más como Sato en que acepta las cosas como vienen y construye a partir de eso. Estoy flasheando mucho con que quiero ser una mejor persona y poder aprender de las buenas cualidades de quienes me rodean, que me parece que tienen superpoderes más o menos. Porque yo siempre me estoy quejando de todo y después los veo y siento que no me quiero quejar de nada. Me sacan de ese lugar y re quiero ser también yo, como ellos, una fuerza renovadora de la energía; que alguien esté a mi alrededor y sienta que “oh, quiero ser mejor persona”. Eso es increíble y pienso que todo eso finalmente va a nutrir el arte también, tratar de buscar un camino copado y noble en la vida. Estoy más en ese plan ahora, pero capaz me lo preguntás en dos meses y te digo: “¡hay que ser como Natalia Lafourcade!” (Risas).

Leí estos días que hablabas en las redes de la tristeza, ¿de qué trata y cómo lidiás con eso?
Es como una angustia… Igual, no sé, problemas de piba de clase media que realmente no importan. Pero, bueno, como decíamos antes de empezar la entrevista: “no te pueden quitar tu derecho a quejarte”, no te pueden quitar tu derecho a estar triste, aunque vos sepas que no es tan grave. Y es eso: me despierto y me pongo a pensar al instante —como si ya viniera pensándolo mientras dormía— que todo es re pesado, todo lo que me rodea, voy a salir a la calle y voy a ver las caras de la gente a la mañana que son terribles. Las personas en el colectivo están re tristes o enojadas, se pelean y descargan su furia entre ellas, y nos vamos como nutriendo de eso. Es horrible usar la palabra “nutrir” porque en realidad tiene connotación positiva. Sería más que nos contagiamos como un virus. A veces quisiera no salir de la cama para no tener que ver todo eso. Pero también empecé a desarrollar un método para poder seguir haciendo cosas a pesar de eso, que tiene mucho que ver con saber que está ahí, hablarlo -por eso también los posteos- comunicarlo, que otras personas te digan: “a mí también me pasa”. Y decir: bueno, esto es una cosa con la que se convive, esta angustia rara de la mañana que puede durar varias horas, esta sensación de ¿para qué hacer algo si... —lo que sea— si nos vamos a morir, si igual voy a ser pobre mañana, si igual la gente que quiero se va a ir de mi vida o yo me voy a ir de su vida. Todas cosas que re pueden pasar y la mayoría van a pasar y, entonces, ¿para qué? ¿Para qué vuelco tanta energía en cosas que no son seguras? Nada es seguro. ¡Qué paja! Le ponés energía y energía y tal vez igual no sale bien. Pero, bueno, lo hablás, lo reconocés como una especie de compañero sorete que está todo el tiempo en tu oído diciéndote: “che, igual por ahí todo sale como el orto” y seguís haciendo cosas con eso. Y en un momento del día, ese monstruo te ve que vos estás haciendo cosas a pesar de todo lo que te está diciendo y dice: “ah, bueno, por ahí no es tan grave”, y vos decís “¿ves?!”. Pero todos los días se renueva. Ojalá que algún día simplemente no se levante.

Claro, o que vos te levantes antes y le llenes la cabeza a él (Risas).
Eso está bueno. (Hace como que le habla al oído) “Che, por ahí hoy todo sale bien” (Risas)

Y corrés (Risas).

Sí, porque me va a querer correr.

Esto sería para desarrollar. Qué pensás sobre: dios, el alma y la vida después de la muerte.

Dios era una idea linda, pero muy fácilmente explotable y convertible en mierda. Es esa habilidad que tiene el homo sapiens de convertir todo lo que toca en mierda. Se le ocurre una gran idea, una gran ficción, que podría haber sido usada para “che, seamos como este supuesto Jesús” — capaz no hacía falta que Jesús sufriera tanto igual (Risas)—. O sea, la idea original de la religión, de tratar de ser copado con el prójimo, estaba súper. El problema es que todo se empieza a llenar de caca, a volver grande y a tergiversar. La masividad siempre rompe todo, ¿viste? El humano es el animal que formó las manadas más grandes, supongo que eso tiene que ver con el lenguaje. Y el cerebro humano tiene esta capacidad para generar ficciones como la de Dios. Además en un inicio fue como para protegerse de la idea de morirse, para sentirse seguros. Y también surge desde las distintas autoridades que fue habiendo a lo largo de la historia, para poder justificar vidas de mierda. Asocio mucho la idea de la religión, del cielo y la recompensa final después de la vida con la meritocracia. Es como: “che, sufrimiento a cambio de algo copado después”. O sea, vos te rompés el culo y romperte el culo significa realmente pasarla mal en nombre de una gran cosa, y después va a haber una recompensa, vas a estar en el cielo con tus seres queridos, para siempre vas a ser feliz y nada va a volver a estar mal. Eso es ilógico desde cualquier punto de vista. ¿Cómo todo está tan mal ahora y un día de golpe va a estar todo bien para siempre? ¿Cómo no pensás en la parte antes de nacer? Claro, el pasado no te da miedo, te da miedo el futuro. ¿Recordás algo de antes de nacer? No. ¿Entonces? ¿Por qué va a ser distinto cuando te mueras? Me asombra la capacidad de la gente para creer algo así, tantas ganas de creer en algo, tanta desolación que tenés que creer en algo tan ilógico. Primero, que exista un alma. Segundo, que va a subir al cielo y que vas a vivir con tu abuela para siempre; es inmensamente ridículo. Admiro mucho a la gente que puede creer porque duermen re tranquilos. Me pasaba mucho cuando era chica, que me asustaba porque de noche mi abuela aparecía de golpe -es medio ninja y medio chapa- y me decía: “te asustás porque no creés en nada”. Ahí empecé a formar esta idea de que, claro, mi abuela re cree en Dios y debe tener el sueño más tranquilo del mundo. Por un lado, te quita un montón de responsabilidad y te da mucha tranquilidad; por otro lado, te quita mucha responsabilidad y ni siquiera te podes ganar tus méritos por las cosas buenas que lograste, todo te lo dio Dios. Me gusta un poco más vivir en un mundo donde no existe Dios y somos buenos porque queremos ser buenos, no porque estamos esperando una recompensa. Yo preferiría que no existiera la religión ni las iglesias ni los curas pedófilos. Preferiría que tuviéramos fe en nosotros mismos y no en una cosa misteriosa que no vemos. ¿Por qué no podemos creer en nosotros? ¿Por qué no podemos exigir que la vida ahora esté buena? Si nos pusiéramos todos de acuerdo, podríamos exigir que esté buena. “Che, nadie más va a trabajar en condiciones de mierda. Ahora fíjate como manejas tu fabrica, sorete. Fíjate como sostenés el capitalismo”. Pero no nos ponemos de acuerdo, tenemos miedo, nos aislamos, empezamos a refugiarnos en cosas que ni siquiera son humanas, que ni siquiera son reales. Estaría re bueno que viviéramos acá, porque si después no hay nada, es medio un garrón y al pedo.

¿Vos pensás que no hay nada?

Yo pienso que no hay nada.

¿Te morís y se apaga? ¡Click!

Sí, se apagó la tele (Risas).

¿Tenés algún vínculo con algo que para vos sea espiritual, mágico o algo de eso?
Sí, sí, unas cuantas cositas.

¿Como cuáles?

Me gusta mucho escuchar a la gente hablar de Astrología. No sé si eso es mágico en realidad. Si lo pensás, tal vez es solo una ciencia que no termino de entender. Hay muchas cosas que en un momento parecían magia y solo eran ciencia, ciencia que no se entendía. Me gustan las piedritas también, me gusta jugar a asignarle un valor (me muestra la piedra que tiene colgada y yo le muestro que tengo la misma). ¡Ay, vos también tenés! ¿Cómo se llamaba esta? ¿Turmalina?

Sí.

Me encanta, parece un carbón, es como “ah, soy ruda, me llevo todo puesto”. (Risas). Me gusta asignarle un valor mágico a algunas cosas, pero saber que se lo asigno yo y que juego con eso, no dejar en manos de algo que no sé si existe realmente. No dejar en sus manos mi tranquilidad, mi éxito -“éxito” entre comillas porque ¿qué es el éxito? Para cada persona es algo distinto en cada momento-. No quiero, por ejemplo, agarrar la piedra y decirle: “che, que me llamen los de la Bienal y me digan que quedé”. No. Jugar a que la piedra me acompaña y me sostiene, ese tipo de cosas me gusta. Y lo de los lugares seguros tiene una carga mágica. Son distintas cosas que me ayudan a estar en paz, pero que no me quitan mi responsabilidad de los actos y de las cosas que me pasan. Me parece que ahí es cuando se vuelve peligroso, como: “ah, yo no fui, es que soy de Escorpio, perdón, te cagué a trompadas porque soy así, somos impulsivos”. No.

Tampoco pensás que hay otras vidas, entonces. Te parece como parte de lo mismo.

Estaría dispuesta a escuchar algunas teorías sobre cómo sería lo de las otras vidas. Por un lado, si no las recuerdo para nada no sé cómo podrían influir, pero también tal vez son medio inconscientes, como que ese recuerdo esta en algún lado misterioso. No sé si me da la cuenta de cuántos cuerpos hay, es como muy difícil.

¿Qué cuenta?
O sea, porque son almas que van como de un cuerpo a otro, ¿no? Y que, ¿hay una cantidad limitada de almas o se van creando almas nuevas?

No, según lo que entiendo, tu alma va pasando por distintas vidas, encarnando en distintos cuerpos. Ponele que fuiste antes alguien del pasado -por ubicar pasado, presente y futuro como tiempos distintos- y ahora sos Daiana y en la vida que viene sos Pepito.

¿Y animales también?
Sí.

¿Y plantas? No (Risas).
No sé, es medio un invento más en el que se puede creer o no, pero hay gente que cree y gente que no. Yo, por ejemplo, creo en eso.

Me puede divertir. La verdad nunca escuché mucho sobre eso, nunca tuve una charla interesante.

A veces pasa esto de que cuando se habla de creer en más allá de la vida, está la religión ocupando todo el espacio. Pero si corrés a Dios y a todo eso del “debería” de la religión, bueno, también podría haber otras cosas.

Me gusta más porque es como una búsqueda de cada uno, ¿no? Además porque forma una unidad entre todo y eso es lo que me copa: que la gente no se aísle y además que sepamos que somos iguales a los otros animales. Parece cumplir un propósito bastante noble, me parece más noble que la idea de que te morís, vas al cielo, hay un barbudo..

..que te dice qué hiciste bien y qué hiciste mal.

Ajam, que te toma examen.

Estás trabajando en un nuevo disco y dijiste algo así como que hiciste todo un planteo en Todo como es y que en las nuevas canciones la idea es decir: sí, está todo esto que es una mierda, pero hay un montón de cosas que están buenísimas en la vida.

(Sorprendida) ¡Sí! ¿Cuándo dije eso? ¿Cómo sabías?

Lo dijiste en una entrevista. ¿Es como una continuación del disco anterior?
Sí. Creo que también es porque no salí mucho de ese lugar. Me desplacé un poquito, pero sigo teniendo los mismos interrogantes en ciertas cosas. Quizás es una evolución del mismo interrogante. Al principio me sentía re culpable, pero —como decía hace un rato— pensé: ¿cuánto puedo cambiar yo en dos años? ¿Cuán diferentes pueden ser mis temáticas? Puedo tratar de hacer un esfuerzo consciente de sumarle cosas, de cuestionarme qué cambiaría del disco anterior, qué agregaría, cómo quiero que suene este. Pero trato de no limitarme en las composiciones y no decirme “bueno, tengo que hacer esto con la letra, tengo que decir esto, tengo que cantar de tal manera”. Así que siento que se va a parecer un poco al anterior y un poquito de miedo eso me da, estoy tratando de aceptarlo y de divertirme en el proceso. Quizás es menos “buu, lo que mis padres dijeron, todo mal” y más: bueno, partiendo de esa base, ¿qué hacemos para que funcione? Es como una idea de tener mi espacio en este quilombo, encontrar el “vacío legal” donde puedo divertirme y seguir viviendo.

Esta pregunta es rara y no la terminé de armar. Solés marcar mucho la importancia de lo real. Por ejemplo, una de las cosas por las que te parecía buena idea que hiciéramos la entrevista acá, en tu casa, era por mostrar tu realidad. Bueno, tu disco se llama “Todo como es”. ¿De dónde surge esa necesidad? ¿Qué de lo tangible y qué de lo intangible te ampara y te ahoga? Lo tangible son esos lugares seguros que hablamos, pero en lo intangible no encontrás…

¿Estas equiparando lo real con lo tangible?
Sí.

Pero también hay cosas muy reales que son muy intangibles.

Ah, cierto.

Con lo de real a lo que voy es a esa exposición total tanto física como emocional. Mientras no exponga la privacidad de alguien más que no quiere que eso sea expuesto, ¿no? Eso me hace pensar que tal vez mi madre se enoja por lo que dije hace un rato. Igual nadie sabe quién es mi madre tampoco. Bueno, viniendo al caso, nadie sabe quién soy yo. Te estaba diciendo: lo real tiene una parte tangible y una parte intangible. La honestidad esa me interesa porque por ahora hago también la música como un proceso terapéutico de “tengo estos problemas, ¿vos también? Ahh, mirá qué loco, estamos menos solos ahora”. Entonces, de ahí la honestidad, de una necesidad que siempre tuve de exponer lo que considero que está mal y también de celebrar lo que siento que está bien. Hay mucha mentira flotando por todos lados, sobre todo en los medios, pero también en los padres, en la escuela, en aspectos re pequeños de la vida, en frases hechas, en cosas que te dicen sin darte cuenta de que te las dicen y que dan a entender que todos tendríamos que estar felices todo el tiempo, que todos tendríamos que querer estudiar una carrera universitaria, que querer tener un trabajo de ocho horas, que el trabajo dignifica, que nos gusta trabajar porque nos hace sentir que aportamos a la sociedad. Y, digo, ya trabajamos, ¿hace falta que nos guste? Es muy probable que no nos guste. ¿Cuán probable va a ser que toda, toda, toda la gente que está en el mundo esté trabajando en algo que le guste? Creo que muchas veces nos conformamos con cosas, pero recibimos todo el tiempo estos mensajes literales o implícitos de que deberíamos sentirnos bien, deberíamos estar orgullosos de que trabajamos un montón o deberíamos querer tener hijos, un matrimonio y un montón de cosas que a veces sí, las querés, pero ¿cómo sabés cuándo es real y cuándo no si todo el mundo supuestamente tiene que querer lo mismo? A lo que voy es a que al mundo no le vendría mal ser un poco más sincero, como “che, tengo un hijo y a veces lo quiero cagar a trompadas, a veces es un forro y a veces me arrepiento, pero el resto del tiempo lo re amo”. No se puede decir eso. La sinceridad nos lleva a lugares que nos ponen incómodos como “ay, pero si no te gusta tu trabajo, ¿qué pasa?” Nada, lo seguís haciendo porque necesitás plata para pagar el alquiler, ¿qué problema hay? O sea, es una paja, pero podemos decir las cosas que son una paja sin que eso nos derrumbe todo. Me gustaría que pudiéramos decir más las cosas que son una paja y también darle premios a las que son buenas. Por ahí va lo de la sinceridad.

Este año hay que elegir nuevos gobernantes y puede ser que se armen debates sobre política por todos lados, ¿vos te sumás o lo esquivás?
Siempre sentí que no estaba lo suficientemente informada. Me gustaría estarlo, pero por otro lado cuando me empiezo a informar me dura un rato y después me cuelgo de nuevo. El de la política es un mundo que me parece tan abstracto, no puedo ni empezar a entender todas las pequeñas tramas que hay entre las cosas, las personas, los partidos. A cuánta gente tenés que cagar para llegar a un puesto en el que puedas ser considerado como alguien que es candidato a presidente, ni siquiera presidente, es como que es inabarcablemente choto todo y no puedo empezar a separar lo que me parece bien de lo que me parece mal y termino cayendo en lugares de mierda como “ah, son todos una mierda”. Por eso no participo mucho en las discusiones políticas. Sí en las cosas que son muy claras para mí, que también están un poco entrelazadas, cosas puntuales como que el aborto debería ser legal. Quiero ir a las marchas, quiero hablar y decir específicamente de qué lado estoy, pero me cuesta mucho eso, votar, elegir quién yo querría que fuera mi presidente entre un par de opciones que nos dan.

Otra vez las opciones.

Putas opciones, ninguna está buena. Así que en general no me involucro, me cuesta un montón. Me gusta mucho escuchar a mis amigos hablar, a los que saben; pero soy muy boluda en todo lo que es interpretar un discurso político. Capaz eso es algo malo que mantuve desde la niñez, porque nunca empecé a entender la política (Risas). Hay gente que en un momento la empieza a entender, yo no, siento que si hablo un rato de política en algún momento voy a decir algo irreversiblemente malo o estúpido. Van a decir “¿cómo no sabías esto? te juzgaré para siempre” (Risas). Sobre todo no hay que hablar de eso en las redes, todo se puede mal interpretar. No conoces a nadie, estás viendo partes re íntimas de la vida de alguien, pero aisladas, no lo reconocerías si estuviera en una multitud de personas, pero sabés qué sabor de helado le gusta a su hijo. Entonces, alguien hace un posteo relativo a la política y lo empezás a juzgar. Te da mucha libertad Facebook, ¿no? De golpe, “ah, no me gusta esto que dijo, lo bloqueo” y capaz solo lo mal interpretaste.

De todas maneras, en la misma línea de lo que venias diciendo antes, el debería dice que tenemos que saber de política para poder involucrarnos, pero podés encontrar tu forma. ¿Por qué habría que saber antes de saber? Además no es que las cosas se hicieron tan bien como para que digas “lo hicieron tan bien que tengo que aprender”. No, está todo hecho medio como el culo.

Claro, te dicen “deberías hablar desde un lugar re culto”. ¿O instruido? No, ¿cuál sería la palabra?

Sí, instruido o informado.

Informado, ahí va. Tal vez no sabés tanto y, si hacés alguna pregunta, es percibido como negativo. “¿cómo no vas a saber esto?” Hay cosas que son muy difíciles de entender de la política y no quiero ir hablando así como así, porque voy a decir cualquier mierda.

Tampoco sabemos qué está pasando de verdad. Decís “yo opino esto de este hecho” y viene otro y te dice “pero vos porque no sabías que”. ¿Cómo sé si eso es real o no? Informarse también es como un sueño.

Sí, lees cosas opuestas en dos lugares distintos y no sabés realmente qué está pasando. Me pasa que me re confundo y me siento una boluda increíble.

Pero ves los efectos de quienes gobiernan en la vida de todes.

Claro. Toda la derecha es una mierda, muchas de las cosas que creen que no son derecha son bastante derecha y hay muy poco para elegir dentro de lo que me parezca bien. Pero todo lo que sea que la gente no tenga que pasarla tan mal en su día a día me parece la mejor opción.

Por lo que vi y leí, sos diferente en cada proyecto que estuviste o estás. ¿Es una decisión para desplegar distintas facetas o es porque te sentís distinta? No sé si hay otres músicxs que en todos los escenarios son iguales, lo pregunto por vos puntualmente.
Hay algunos músicos que son más parecidos, como Sato, ¿viste? Nahuel más o menos también, cuando participa en otros lados es re la identidad de Nahuel. Yo marco una diferencia muy grande entre “estoy acompañando una banda” y “esta es mi banda”. Entonces, en mi banda soy lo más yo que puedo ser, como re exagerada, muy yo para todos lados, los buenos y los malos. A veces toco re en gede, es un poco cambiante. Y en los otros proyectos se forma como una energía grupal. Por ejemplo, en el de Nahuel, la energía grupal que se forma es más tendiendo a Nahuel, ¿no? Claro, es una banda con un líder muy marcado, esas cosas son re claves para el lugar que ocupás; en la banda de Nahuel yo re era alguien que ejecutaba los arreglos que tenía que ejecutar, también nos vestíamos de cierta forma, hay cierto tipo de luces, está la energía de Nahuel ahí al frente y eso te va como dejando distintos lugares en los que podés estar, hasta bailás distinto, la música suena distinto y es como toda una cosa que te va llevando. No, no lo hago consciente, pero es re divertido, vas encontrándote distintas personalidades en el escenario. Eso está re bueno, aprendés diferentes cosas de estar en cada banda también. En Les Tremendes está la cosa de la composición colectiva, que cada uno arma sus cosas y también sugiere cosas de la estructura de la canción, en algunas canciones ayudas un poquito en la letra. También es otro vestuario mucho más llamativo y hay una energía grupal que es re clara y re festiva o re de tribu. Me encanta quién soy ahí también. Con Nahuel siento que quizás yo era un personaje más canchero con el que no me identificaba tanto, pero a veces nos divertíamos. Ponele, Nahuel decía: “mirá este video, estamos bailando como dos boludos” y es verdad, eran dos boludos que flashan que son cancheros un rato (Risas). Ese tipo de cosas son divertidas. Te vas encontrando haciendo distintos personajes en el escenario, son todos algo de vos y algo de lo que se construyó grupalmente.

Si pudieses viajar en el tiempo, ¿hay información que le pasarías a tu yo de antes? ¿o dejarías que atraviese todo lo que atravesaste como para aprender?
Es re difícil contestar eso. O sea, estoy muy tentada de decir: “sí, obvio que sí. Iría a mi yo de los 15 y le diría: “che, vas a perder cinco años haciendo cualquier mierda”. Pero tal vez, si no hubiera pasado eso, no habría llegado a yo. Por otro lado, lo de los viajes en el tiempo es como que genera tantas paradojas que no se puede ni pensar, quizás un viaje al futuro sí, ¿pero al pasado? Todo hubiese salido eventualmente de la misma manera. Bueno, me estoy enredando. Suponiendo que se pudiera hacer eso, ¿lo haría? (Piensa) Sí, re, sí re; no podría resistirme (Risas). Te diría que no para sonar como “no, hay que atravesar las experiencias de pipipi” pero la pura verdad es que re iría y me diría “no estés triste por esto, hay algo que se llama música. Tomá, esto es una guitarra. Che, aprendé a tocar bien la guitarra, no te quedes en algunos acordes simples y salgas a tocar. Ah, el humor no te sale tan bien como vos pensás”.

¡No, la vas a condicionar! (Risas).


“No salgas con este chico” (Risas).

¿Eso también?

Eso también.

¿Y al futuro por qué irías?
No, no iría. ¿O sí iría? No, no iría. No, ese sí es un misterio que prefiero mantener en misterio.

Amor romántico: desarrolle.

¿Vos me podés explicar qué sería amor romántico según tipo el diccionario de, del amor?

De la vida nueva. Me refiero al amor en relaciones de pareja, pero en un sentido más..
Claro, se está usando amor romántico con connotación negativa, como si fuera una cosa impuesta, antigua.

Exacto. Bueno, lo que vos quieras, desarrolle:

Okey. Pienso que estamos en un momento de muchísima reflexión y de jugar y romper. Hay veces en que sentís que estás atrapada, no sabés exactamente cómo querés construir las cosas a partir de eso, porque solo conociste el “esto tiene que ser de esta manera”. Me parece super bien que en este momento todo el mundo se lo esté cuestionando, bueno, todo el mundo no sé, Mi todo el mundo. A mi pequeño círculo lo veo re movilizado y me imagino que eso más diluido llega también a otros grupos sociales, mucho más diluido. Como por ejemplo — ya esto fuera del amor romántico o quizás algo tiene que ver— el aborto, en nuestro grupo es “tenés que usar el pañuelo verde”. Es lógico, no se cuestiona. O sea, me refiero a que tenés que estar de acuerdo para que eso después diluido llegue un “che, tal vez esto del aborto no es matar bebés” en otro sector muy alejado de nosotros de la sociedad. Está bueno que hay mucha información que está llegando a un montón de lugares por distintos medios, se está masificando algo. La masificación siempre es un poco peligrosa, pero para algunas cosas es re necesaria, para que los movimientos revolucionarios avancen. Es peligrosa porque se puede mal interpretar, llega como una especie de teléfono descompuesto, pero está re bueno que surjan preguntas. Y bueno, con el amor siento que… con los vínculos en realidad, porque qué es el amor, ¿no? En lugar de solo construir vínculos de una manera, se está diciendo “¿y si yo quiero otra?” Muchas veces no sabemos lo que queremos porque siempre hicimos lo que nos dijeron y tal vez justo sí queríamos hacer eso, pero tal vez no, y tal vez un poco no y un poco sí. Capaz ahora podés querer casarte, pero no querer tener hijos o podés querer tener hijos y no casarte. O podes tener tres relaciones, pero una es la principal o tener todas relaciones iguales, que es un quilombo en la agenda, me imagino, no lo tuve. O no querer tener una relación, en el sentido tradicional, con nadie. Pero lo bueno es que se puede hablar todo eso y es verdad que ahora va a ser un quilombo porque no hay nada armado. Y a veces se puede caer en esos errores haciendo esa exploración, de generar una estructura igual de rígida pero para el otro lado, que si no sos polígamo eso no es amor porque estas reprimiéndote algo. Y quizás vos no querías estar con otras personas, capaz sos monógamo porque te copa. Eso es algo que puede pasar en algunos casos, que te podés confundir un rato, pero es todo parte del explorar y de que lleguemos a un lugar en el que todes podamos decirnos lo que queremos y elegir si nos queremos quedar con esa otra persona o no, mientras que nos respetemos y sepamos lo que queremos. Es ir descubriéndolo, ir formando nuevas reglas, capaz reglas suena como medio estricto. Formar nuestras relaciones diferentes, particulares, con sus espacios en los que cedés y espacios en los que cede el otro, esa negociación que también es formar una pareja, pareja es de par igual, mejor dicho un vínculo sexo-afectivo, ¡palabras nuevas! (Risas). Pero me parece super bien la movida que está pasando ahora. Se me complica un poquito la existencia, pero hay cosas que complican la existencia que después nos llevan a buen puerto, así que está bien.

¿Por qué te complican?

Y… porque yo soy muy monógama (Risas) Mirá que he intentado no serlo y quizás algún momentito tuve en el que empecé o que lo disfruté brevemente, pero no, a largo plazo no me imagino así. Simplemente no me divierte mucho.

¿Qué pregunta o preguntas te hacés y no lográs responderte? En realidad, esta pregunta la hago siempre, pero me di cuenta de que en tus canciones y escritos aparecen preguntas todo el tiempo. Bueno, si se te ocurre alguna más..

Sí, me di cuenta de eso cuando estaba pasando las letras del primer disco, porque tenía que usar mucho el signo para abrir la pregunta y no lo encontraba nunca. Hay un montón de preguntas que no me puedo responder, principalmente: ¿para qué? ¿Para qué hacemos cosas si todo se va a borrar algún día? Pero después también me pregunto, ¿Por qué me importa que se vaya a borrar algún día? ¿De qué me serviría que fuera eterno? Son muchísimas preguntas (Risas). ¿Qué pensarán los otros de mí? O sea, ¿cómo me sentirán? Eso también me lo pregunto mucho, no hay forma de saberlo, nunca voy a poder estar en la mente de alguien más. ¿Cómo sería...? Esta también me encanta: ¿cómo sería ser un día como alguien optimista? ¿Cómo sería estar en la cabeza de alguien optimista un día? Levantarme y estar tipo “va a estar todo bien”, sería increíble…. A veces estoy medio fumada y veo un perro o pasa algo lindo o como una porción de torta (risas) y flasho un bienestar total que dura un segundo y digo ¿habrá gente que se siente así todo el tiempo? ¿Cómo será no sentir este peso todo el tiempo? Porque siempre siento como un peso, como una mini angustia que no me impide disfrutar de cosas pero siempre está ahí. Me pregunto cómo se sentirá que no esté ahí un día entero. Que no aparezca en ningún momento y… ¿Qué más? Ese tipo de cosas, pero me acabo de dar cuenta de que son re egocéntricas las preguntas, son re yo ¿Cómo sería mimimi…?

Sí, pensás: “ay, mirá por lo que me preocupo yo y hay gente que no tiene para comer”. Esa gente, si tuviese para comer, ahí podría hacerse otras preguntas. Y no están mal las preguntas sobre uno mismo. Quizás también sirven después para otres si las compartís.

¡Sí, mal! ¿Por qué nos cuesta tanto ayudarnos entre nosotros? ¿Cómo lograron eso? Capaz nos re copaba y por eso también fuimos por ese camino, como que nos dijeron “che, capitalismo” Bueno, nos conviene, es cómodo, si voy a ser de la clase media está bien. No lo cuestionamos nunca, ¿Cómo hacemos todos los días para no romper todo? Esa es una gran pregunta (Risas)

Estamos muy domesticados.

¡Sí, mal! ¿Cómo les salió tan bien?

En la relación con las demás personas, de tu entorno o no, ¿sentís que tenés un encuentro?

Sí. Si no hubiera eso, me parece que sería todo realmente una cagada. Nos re necesitamos, como cuando estás de pepa y re necesitás a otra persona que esté de pepa

Para compartir.

Sí, para compartir. No siento que algo sea del todo real si no lo estoy compartiendo, no es tan divertido. A veces te relacionás con personas y no sentís que estés hablando de verdad, y en esas situaciones me pongo re incómoda y me quiero ir. Por eso creo que me sale tan como el culo la charla, cómo se dice, la charla smalltalk.

¿Qué es eso??
Las charlas boludas, el clima, las charlas de ascensor. Es como que re quiero decir una verdad que esta acá flotando en el aire y todos lo sabemos tipo “che, el que está sentado acá al lado se re tiró un pedo, estoy segura”. Ese tipo de cosas, tipo hablemos de eso (Risas). Hablemos de lo que nos están molestando. No sé, pienso también en todos los vínculos que no estamos teniendo. Porque, por un lado, a tus amigos los re entendés, sabés la historia que tienen detrás, porqué reaccionan como están reaccionando a las cosas y hasta podés justificar que un día digan algo que sea medio de mierda o políticamente incorrecto, los podés ayudar a llegar a otro lado y re generás algo, se acompañan, se ayudan mutuamente a sentirse mejor, a ser mejores personas y a ir hacia los lados que les gustaría ir. Y, por otro lado, vas al quiosco y te da paja que te atiende lento el chabón y no lo sentís como una persona. Le pedís unos chicles, te los da, y mutuamente se tratan medio mal. Capaz no le dijiste "gracias" cuando te fuiste, el otro tampoco te saludó y los dos se fueron enojados. Eso es lo contrario a generar algo y nos pasa un montón. Tanto como pienso en los momentos que estamos charlando y generando algo, pienso también en los momentos que no está pasando nada, pienso que no estoy tomando al otro como una persona con sus cosas, su historia, sin saber si la pasó como el culo. Como cuando la gente entra a un local y pide que lo atiendan de muy mala manera y decís “¿cómo hace para no darse cuenta de que soy una persona?”. Hay señoras que entran y gritan “¡¿quién me va a atender? ¿Cómo puede ser que no hayas leído todos los libros?!” Señora, hay mil. No piensan que al otro le puede estar pasando algo y siempre le va a estar pasando algo, siempre, y capaz es re grave.

Quizás eso tiene lo de hacerse las preguntas sobre una misma: te meten adentro tuyo y no ves al otrx que está enfrente que también le están pasando cosas.

Sí, re. Eso nos re ayudaría. Si pudiéramos hablar entre nosotros, tal vez podríamos estar más de acuerdo en cosas y nos empezarían a cagar menos o no podrían hacerlo.

ENTREVISTA A FLOR CANOSA

"Desde la miseria de cada quien, es donde mejor se lee la humanidad" Sigo a la encantadora  Flor Canosa por Facebook ...